Avatares de los inmigrantes venezolanos desde el lenguaje del cuerpo y
emociones
Avatares of the venezuelan immigrants from the body language and emotions
DOI: http://dx.doi.org/10.21704/ac.v81i1.1573
Autor de correspondencia (*): Armando Diaz Barba. Email: diazbarba@lamolina.edu.pe
© Universidad Nacional Agraria La Molina, Lima, Perú.
Forma de citar el artículo: Ccopa, P.; Diaz, A. 2020. Avatares de los inmigrantes venezolanos desde el lenguaje
del cuerpo y emociones. Anales Cientícos 81(1):82-98(2020). http://dx.doi.org/10.21704/ac.v81i1.1573
Pedro Pablo Ccopa
1
; Armando Diaz Barba
2
1
Universidad Nacional Federico Villarreal, Lima, Perú. Email: pccopaen@gmail.com
2
Universidad Nacional Agraria La Molina, Lima, Perú. Email: diazbarba@lamolina.edu.pe
Recepción: 17/02/2020; Aceptación: 15/05/2020
Resumen
El presente trabajo analiza los avatares de la inmigración venezolana al Perú, vistos desde
las emociones y el cuerpo. Asumimos que, desde esta perspectiva, es posible apreciar el
cuerpo como un elemento muy importante en la creación de una comunidad dentro del duelo
de abandonar su país de manera forzada. Lo mismo sucede con las emociones que están
presentes antes, durante y después de la partida. En ciertos tramos del trabajo se hace un
paralelo entre los migrantes andinos y provincianos que vienen hacia la ciudad de Lima con
los inmigrantes venezolanos, para identicar ciertas peculiaridades que tiene la migración en
estos tiempos. Las fuentes empleadas para ello son los datos obtenidos de los mismos actores,
mediante mecanismos diversos como conversaciones y entrevistas realizadas en este año.
Palabras clave: Inmigración; migración; estructura de acogida; cuerpo; comunidad
emocional.
Abstract
This paper analyzes the vicissitudes of Venezuelan immigration to Peru, seen from emotions
and the body, from this perspective we can see that the body is very important in creating a
community in the duel of leaving the country in a forced way. The same emotions, which is
present before, during and after the game. At times there is a parallel between the Andean
and provincial migrants who come to the city of Lima with Venezuelan immigrants, to see the
peculiarities that migration has in these times. The sources used for this are the data obtained
from the same actors, through various mechanisms such as conversations and interviews
conducted this year.
Keywords: Immigration; migration; host structure body; emotional community.
Anales Cientícos
ISSN 2519-7398 (Versión electrónica)
Website: http://revistas.lamolina.edu.pe/index.php/acu/index
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1. Introducción
La inmigración es la entrada a un país o
región de personas que nacieron o proceden
de otro lugar, según la denición más
conocida. Este fenómeno generalmente se
presenta por motivos de crisis en el lugar de
origen y la búsqueda de mejoría en el país
de destino. La mayoría de estudios sobre
este fenómeno se realizan desde un enfoque
estructuralista, es decir, desde el alivio de
la pobreza y con la intención de mejorar
la calidad de vida. Según este enfoque, la
gente decide abandonar su país porque las
grandes y persistentes diferencias salariales
obstaculizan la movilidad social ascendente.
Hay muchas publicaciones de este tipo a
nivel global (Andrés-Suarez, 2002).
A diferencia de la perspectiva señalada,
esta investigación estudia la migración
venezolana desde el mundo subjetivo de los
propios actores, especícamente, desde el
mundo de las emociones que están en juego
en el proceso y las maneras como vive ese
proceso el cuerpo de un migrante, materia
del que se conoce muy poco.
La hipótesis es: toda migración tiene
casi los mismos componentes de emociones
como la tristeza, la pena, el dolor, la
nostalgia. Lo que varía es la manera de
utilizar las teodiceas prácticas, que sirven
para aliviar los estragos emocionales que
producen la separación y los avatares de
salir de un lugar a otro, sin saber el destino
que le espera.
El objetivo es analizar los efectos
de la migración venezolana a nivel del
cuerpo y emociones, procurando un mejor
entendimiento del mundo de la migración
desde esta perspectiva.
2. Materiales y métodos
A n de cumplir con el propósito de la
pesquisa, se recurrió al uso de información
de fuentes primarias y secundarias. Dentro
de las fuentes secundarias se han revisado
la bibliografía existente sobre el tema. Y
como fuente primaria se utilizó la entrevista
a diez hombres y mujeres venezolanos
y otras provenientes de conversaciones
realizadas en el mes de julio de 2019.
Todas grabadas y luego transcritas para
su posterior interpretación. Como es de
notar, el método empleado proviene de la
perspectiva cualitativa de investigación, que
busca comprender e interpretar el fenómeno
en estudio.
3. Resultados y discusión
A continuación, presentamos y exponemos
los datos encontrados en las pesquisas, así
como la interpretación de los mismos:
a.- Inmigración y cuerpo
“Bueno, traje mis dos maletas, ahí traje
toda mi vida” (Alberto, 23 años)
Desde nes del 2015, unos 4 millones y
medio de venezolanos han huido de su
patria, buscando en otros países una mejor
calidad de vida. La inestabilidad económica,
la devaluación monetaria, el hambre, la
crisis alimentaria e inseguridad, entre otros
factores, hicieron que ellos abandonaran
su país, casi en una especie de diáspora, es
decir dispersándose en países como Perú,
Ecuador, Colombia, Chile, Brasil, Europa, y
EEUU, etc. En el Perú se instalaron más de
800 mil, ingresando al país por la parte norte
convirtiéndose en la ola migratoria más
importante del siglo XXI. En la actualidad,
los venezolanos constituyen la comunidad
extranjera más numerosa en nuestro suelo
(ACNUR, 2019).
De este hecho tratamos en este artículo.
Particularmente, a partir del cuerpo
1
, la
corporeidad
2
,y de las emociones. Esto
es importante, pues los desplazamientos
1
Conjunto de todas las partes materiales que forman un
ser vivo.
2
Percepción del cuerpo. Cualidad de lo que es corpóreo.
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humanos, sea la migración o la inmigración
son procesos que se han dado a lo largo de la
historia de la humanidad, y todos los países
y pueblos los hemos vivido, con mayor
o menor intensidad. Por consiguiente, se
han estudiado desde distintos enfoques,
metodologías y aspectos empíricos,
obteniendo resultados enriquecedores. En
el proceso migratorio de un individuo de un
lugar a otro, este lleva consigo, su cultura,
su historia y el equipaje emocional que
acompaña toda su existencia humana. “Sin
el cuerpo, que le proporciona un rostro,
el hombre no existiría. Vivir consiste en
reducir continuamente el mundo al cuerpo,
a través de los símbolos que esta encarna.
La existencia del hombre es corporal” (Le
Breton, 2010). Por eso mismo, el cuerpo
es un elemento de gran alcance para el
análisis de aquello que se quiere aprehender,
conocer, de una realidad dada. En nuestro
país la mayoría de estudios realizados desde
esa perspectiva son aquellos que ya sea que
abordan el conicto armado interno, como
cuerpos torturados, violados, humillados,
adoloridos; o que son expuestos como objeto
de moda y arte, con los tatuajes en la piel
de cuerpos jóvenes, objeto de belleza física,
gimnasios, tness, cuerpos intervenidos
quirúrgicamente, la salud, la dieta. Pero,
también como cuerpos que gozan y disfrutan
como objetos de deseo en las estas, los
bailes y en los espacios pro sexuales, como
resultan ser los hostales, en tiempo cada vez
más hedonista, etc.
En este artículo, tratamos el cuerpo no solo
como cuerpo-objeto, sino en su condición
bio-antropo-cultural en situación de
inmigración. Es decir, el cuerpo considerado
en toda su complejidad: físico, emocional,
mental, mágico, trascendental. Cuerpo que,
durante el proceso de existencia, desde el
nacimiento hasta la muerte, se ha constituido
en corporeidad a través de las acciones, los
movimientos, las distintas experiencias,
percepciones sensoriales, establecimiento
de vínculos emocionales, etc. Es mediante
todo este proceso que el cuerpo físico se
transforma en corporeidad. Sin corporeidad
somos solo cuerpo biológico, físico.
La conceptualización del cuerpo desde
esta perspectiva es bastante integral y
compleja. Escapa al propósito de este artículo
abarcarlo todo, por obvias razones. Por el
momento, nos referiremos a la corporeidad
como instancia que moviliza; la corporeidad
que comunica emociones y personas que
viven emociones que al despedirse de sus
seres queridos, al salir de su país. A las que
sufren en la travesía, desde que salen hasta
que llegan al país de destino. Y cuando llega
los estragos al que está sometido, sea por que
trabajan más de las horas acostumbradas y
en condiciones de desventaja y explotación
o peor aún si es mujer y joven. Así es como
se van generando los tipos de emociones y
que a su vez generan formas particulares de
interacciones sociales.
La información proporcionada por
varones y mujeres migrantes venezolanos/
as que permanecen en el país, tanto
en conversaciones informales, como
en entrevistas más formales y en
conversaciones dirigidas, lograron formar
un conjunto de conocimientos que reejan
la subjetividad de estos actores. Así, lo
que aparece en este escrito no son cuerpos
abstractos, despojados de sus características
vitales, emocionales, sino en sus vivencias,
donde lo instintivo y lo racional se juntan y
coexisten. Esto signica que, a contrapelo de
la tradición moderna que hace una diferencia
entre cuerpo y conciencia, en un dualismo
que separa la perspectiva vivida de las
signicaciones en la cotidianidad de la vida y
el viaje a su nuevo destino, aquí lo tomamos
en su unidad. Resulta clave el lenguaje. “El
sentido lingüístico no puede ser separado
de la experiencia, más precisamente, de
la experiencia de un sujeto concreto en un
mundo concreto” (Battan, 2004,179).
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Otros motivos de la inmigración
La mayor parte de la prensa y de analistas
políticos presentan a la inmigración
venezolana como una salida forzada
presionada, principalmente, por factores de
carácter político y económico. Una mirada,
que desde el cuerpo, nos puede brindar otros
resultados interesantes. Dado que cumple la
función de vehículo teórico para saber cómo
los avatares de la inmigración se expresan
en el cuerpo en sus distintos momentos.
Señalaremos dos momentos del cuerpo,
como una de las causas de abandono del
país de origen: el cuerpo en carencia. En
esta dimensión, encontramos a su vez, dos
tipos de carencia. Una primera, el hambre;
este implica carencia de alimentos, por lo
que el cuerpo peligra por la desnutrición
y enfermedades, sobre todo la sensación
terrible de vacío en el estómago al no
tener nada que aplaque la necesidad de
alimento, que puede ser por horas, por días.
Experiencia espantosa que solo lo puede
saber quiénes la hayan vivido. La peor señal
de la miseria generalizada es la hambruna;
es decir, la escasez generalizada de comida
en una colectividad. En esta circunstancia el
cuerpo es el que más sufre. Y al nal, quienes
salen de su país por este motivo, lo hacen
para proteger el cuerpo de la desnutrición
“Mi salida fue obligada. La situación
me obligó a salir de mi país. Lo que me
obligó a salir fue el hambre. Duraba
tres días sin comer. Y así como yo, hay
millones de personas que no comían”…
…“No había comida para todos. Cada
vez teníamos menos. Dejar a la familia
es difícil, cada vez que hablo con ellos
lloro.”
…“Me fui para no morir de hambre. Me
fui porque no quiero morir, ver morir
a mis hijos allá no podía darles ni un
vaso de leche. Si aquí toman un jugo,
allá toman agua. Si comían la arepa
lo comían solo con manteca. Y si no
se llenaban con la comida, tenían que
tomar dos vasos de agua…” (Pedro, 30
años).
Como se ve en los testimonios, el hambre
se agudiza “cada vez teníamos menos”, por
lo que la salida del país es una estrategia de
sobrevivencia, que implica dolor y tristeza.
Si bien los testimonios son personales, y en
otros familiares indudablemente tienen un
contenido colectivo. No trata solo de una
salvación individual.
Hay una segunda carencia que obliga a
la salida distinta al hambre, aparentemente
menos importante, pero en el fondo
tan decisiva como ella: la carencia de
sociabilidad. Si el hambre apremia en los
pobres, la sociabilidad apremia en los
sectores sociales mejor favorecidos:
“La situación socialista me hizo
salir. Antes vivía bien, pero no tenía
distracciones; no podía recrearme ni
comprarme unas zapatillas; como joven
me frustraba y mis padres no podían
darme ese tipo de cosas. Para mí lo
que me molestaba era que no podía
divertirme como joven, ni salir a comer
o al cine con mis amistades” (Carlos, 20
años).
Aquí la relación entre cuerpo y
emociones se hace más visible. Es verdad
que los venezolanos salieron de su país, por
hambre, por fractura en sus estilos de vida,
buscando mejoría material, económica; pero,
eso no lo explica del todo. Carlos, joven de
20 años, sale por una situación socialista,
como nos dice, de un tipo de régimen que
controla todo. Que, si bien vivía bien,
como joven necesitaba algo más: distraerse,
vivir con energía la vida, satisfacer al
cuerpo fascinado por un modelo donde el
consumismo es mayor que en el régimen que
le ha tocado vivir. En sus palabras, hay un
cuestionamiento profundo de un modelo que
no tiene en cuenta el sentir y vivir de su gente.
Y bajo ese paradigma sacrica al individuo
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y su vida, cuando en realidad lo que debe
contar es el hombre y mujer en concreto no
instrumentalizados, ni cosicados. En este
acto, la ideología real que mueve al régimen
que se proclama socialista, se materializaba
en los hechos concretos, y en las vivencias
que genera en la población, la mayoría de las
veces no se toma en cuenta.
“En busca de mejor futuro. Fue difícil,
pero salí en busca de mis sueños”
(Carlos, 20 años).
Como hemos advertido, estos distintos
tipos de carencias, donde el cuerpo está
presente como elemento de análisis, no
son los únicos motivos de salida de un
país, como Venezuela, donde el mayor, es
el hecho traumático de haber sido en los
años 70 del siglo XX uno de los países más
ricos y prósperos de América Latina gracias
al boom del petróleo, y por ser centro
de la migración de muchos ciudadanos
latinoamericanos, como no, de los peruanos.
Los gobiernos de ese entonces no supieron
diversicar su economía, despilfarraron el
dinero que había, con graves consecuencias
para el país. El caracazo de 1979 se da en
estas circunstancias con más de 300 muertos,
durante los disturbios de la población de
Guarecas.
“Yo, realmente, por crisis económica no
salí. Yo salí porque fue mi mamá quien
decidió sacarme de ahí. (…) Me escapé.
(Alberto, 23 años).
Emociones en la despedida
La sociología y las ciencias sociales en
general, están inmersas en el racionalismo, y,
en un positivismo radical, que generalmente
en términos metodológicos se expresa en
los estudios solo cuantitativos. Es decir, en
donde los valores y las emociones propias
del mundo social se reducen a cifras
numéricas. Por lo que las emociones ocupan
en ella, aun, un lugar marginal, residual. Este
enfoque obliga a presentar a los inmigrantes
venezolanos como actores sintientes, actores
en su dimensión emocional, humana, que
nos narran los afectos y sentimientos que
sintieron al momento de salir de su país, al
despedirse de su familia y amigos. De modo
que podamos conocer y comprender el
contenido interno de la inmigración. En este
caso, la despedida o momento de partida:
“La despedida de mis familiares fue
super triste porque en Venezuela somos
una comunidad bastante cercana con
sus familiares. Entonces el tema de
migración no nos había tocado y la
vez que nos tocó hacer esta travesía de
viajar ha sido bastante fuerte el tema de
desapegarnos de nuestros familiares”
(José Gregorio 30 años.).
“No, no, fue demasiado (la despedida
de Venezuela)… todavía estoy sufriendo,
todavía, eso… psicológicamente, de
todo… es que… sentimentalmente todo,
todo, estoy sufriendo por eso” (Mariani,
33 años.)
“Mi madre sufrió más. Mi padre no lloró,
pero sabía que sufría por mí, ver que
todos sus hijos se iban, no me imagino
cuánto habrán sufrido (…) mi pareja
también lloró. Teníamos una relación
de 3 años. Separarnos fue horrible (la
entrevistada disminuye el sonido de su
voz, se queda en silencio y pide que le
haga otra pregunta” (Dayeins, 23 años).
“Separarnos de nuestros hijos aun es
difícil para mi esposa y yo (…) Nuestros
hijos aun son pequeños y escucharlos
por llamadas no es lo mismo que vernos
ahí con ellos” (Lionel, 35 años).
En las narrativas de la experiencia de
inmigrar, de abandonar el país que los vio
nacer emergen sentimientos de tristeza
y dolor de diversos niveles. El hecho,
afectivamente, es muy duro. La separación
de sus familiares más próximos, como los
padres y los hijos, provoca lo que se conoce
como un duelo migratorio profundo. Por
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eso, cuando narran esta experiencia lo hacen
con una profunda tristeza; muchas veces con
lágrimas en los ojos, como si el recuerdo
de ese momento estuviera incrustado en el
cuerpo y el alma de manera tan profunda
que las lágrimas sirven para suavizar sus
palabras y recuerdos. Dolor de despedida,
dolor de ayer que los acompaña hasta el
presente.
El dolor es más intenso si la familia
es una estructura de acogida relevante,
importante en la vida de las personas y de
la colectividad, como al parecer sucede en
Venezuela. Si a estas formas de interacción
familiar, le sumamos, las comodidades que
poseían en el lugar de origen, el duelo será
mayor
“Demasiado triste. Es difícil alejarse de
su familia. Ya que alejarse de ellos es muy
difícil. Luego vienen las comodidades de
casa, porque sí, es difícil de pasar a tener
todo a tener nada” (Louser, 23 años.).
Las experiencias de traslado del cuerpo
de un lugar a otro
La experiencia inmigratoria de un país
a otro, o migratoria dentro del mismo
país, cuando las diferenciaciones sociales
son muy grandes, como en la peruana
(Ccopa, 2018), es una de las vivencias más
desgarradoras para los hombres y mujeres
forzados a abandonar sus tierras, sea por el
hambre, la libertad, la explotación o para
realizar sus sueños en otro contexto más
favorable. Abandonar los padres, la familia,
los amigos, el lugar de residencia, para
comenzar una nueva historia, con un destino
incierto es muy doloroso y marca toda la
vida. En consecuencia, la tristeza y el dolor
de la partida, es compartida por los que se
van y los que se quedan. No sabremos, a
ciencia cierta, si el dolor es mayor en los que
se van o en los que se quedan. Los abrazos
y las palabras de despedida con lágrimas que
mojan los hombros tratan de atenuarlas, pero
no es suciente. Necesitan simbolizarse.
Algunas culturas como la andina frente a
esta situación crean teodiceas prácticas, que
sirven para resarcir el dolor de la separación.
El despecho, es una de ellas. Los andinos
cuando se despiden, lo hacen mediante sus
comidas, su música y bebidas espirituosas.
Esto quizá porque desde épocas muy
antiguas conocen la experiencia punzante de
migrar, de ser trasladado de un lugar a otro,
de vivir en regiones que no eran las suyas. En
cambio, en culturas y sociedades que no han
vivido esa experiencia histórica, no conocen
rituales de despedida, salvo lo que el dolor
del corazón les dicta en ese momento. Eso
es lo que ocurre en la despedida de los
migrantes venezolanos.
Cuando los migrantes andinos salen de
sus pueblos para trasladarse hacia la capital,
traen consigo su quipi
3
y su qoqawni
4
que
contienen sus productos alimenticios locales
y ambre con comidas tradicionales para el
camino. El venezolano cuando migra, cuenta
que trae en el maletín sus prendas de vestir.
Los varones sus pantalones y zapatillas, las
mujeres sus zapatillas, ropas y su maquillaje.
Para ellos es muy importante la presentación
y la apariencia corporal. También comida
de camino, como las galletas, pan árabe y
los conocidos diablitos (embutidos hechos
con parte de las ancas del cerdo), que
sirven para amortiguar el hambre durante el
viaje. Como ya se ha dicho, desde nuestro
análisis, la primera sensación corporal de la
migración venezolana es el hambre. Luego
el cansancio, también impacta el cambio de
clima de países como Ecuador y Perú, que
es frío. Para aquellas/os que pasan a pie por
Colombia y Ecuador hasta llegar al Perú es
someter al cuerpo a climas diversos, además
del cansancio y la falta de aseo. Cuando
llegan a la frontera con el Perú, ingresar
a él vía Tumbes es otra odisea que dura
3
Bulto, carga.
4
Provisiones
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días. Se pueden ver ahí, cuerpos cansados,
expuestos a la intemperie, reposando o
durmiendo en bancas, en el suelo y hasta
en jardines. Son los cuerpos sin techo,
que esperan un pase para continuar a su
destino. Y cuando han logrado pasar esa
peripecia dantesca al llegar a su destino, que
puede ser Lima, la nostalgia se instala en
su mundo emocional. Las mujeres además
de ser cuerpos femeninos están expuestas
a miradas machistas, libidinosas. Cuerpos
de hombres y mujeres están, expuestos a
jornadas laborales desconocidas hasta ese
entonces, es decir tienen que acostumbrarse
a laborar más de 10 horas. Esta experiencia
variará de acuerdo a las olas de migrantes.
Poe contrario, la experiencia de jornadas
laborales largas en los migrantes andinos
no los mortica tanto, por cuanto el trabajo,
la laboriosidad son parte de su tradición; es
parte del capital cultural, con el que vienen
a la ciudad.
Ambos grupos de migrantes traen sus
sueños y su cultura al lugar de destino, en este
caso Lima. Los venezolanos nos dicen “traje
todo, mis costumbres, mi cultura. Todo” Es
decir trajeron sus historias, su pasado, vivos
y muertos. Yonneiken, joven venezolana de
21 años nos dice traje “ropa y budare para
mis arepas, jaja, y muchas ganas de salir
adelante”. El budare es una plancha circular
de hierro fundido o arcilla, usada para cocer
o tostar alimentos, como la arepa, cachapas,
mañoco o granos como el café. Su uso es
frecuente en Venezuela. Cuando ella nos dice
que trae al Perú un instrumento de cocina
tradicional de Venezuela, gurativamente
nos puede estar diciendo dos cosas: continuar
con la costumbre culinaria de degustar todo
el día sus arepas y no perder contacto con su
pasado, su cultura a través de un elemento
central de la culinaria de su país. Es decir,
el gusto actuando como un intermediario.
“Un intermediario (…) es lo que transporta
signicado o fuerza sin transformación”
mientras que “los mediadores transforman,
traducen, distorsionan y modican el
signicado o los elementos que se supone
que debe transportar” (Latour, 2008). Estas
nociones que utiliza Latour en su sociología
nos resultan útiles. El budare en manos de
una inmigrante como Yonneiken se convierte
en un intermediario, un instrumento frio
que sirve para preparar la arepa y otros
productos alimenticios típicos venezolanos;
en un mediador, en un instrumento vivo que
la acompaña en su nostalgia y también en el
trabajo de vendedora de arepas en la ciudad,
en apalabrador de una realidad que le es dura,
adversa, lejos de la familia, de los padres, de
los hijos, perdiéndose las celebraciones del
día de la madre, del padre, los cumpleaños,
las navidades, etc.
“Cuando conseguí el pasaje sentí un
gran alivio, pero despedirme de mi
madre fue doloroso. Cuando me dijo
“hijo cuídate mucho” se me partió el
alma. Quería quedarme pero ya estaba
decidido. No iba a tirar todo. Quería
ayudar a mi familia” (Carlos, 28 años)
Carlos cuenta que su abuela le dio la
bendición llorando. La calmó. Aparentaba
no mostrar tristeza. En el terminal del bus
se despidió de su madre con un beso y un
hasta luego. Mientras miraba que su madre
se quedaba ahí, mientras el bus comenzó
a avanzar, su corazón se destruía. Cuando
partió el bus, junto a su primo, se desmoronó,
y comenzó a llorar. Y hoy que nos cuenta esa
experiencia, no puede contener las lágrimas.
Las olas
Toda inmigración o migración, o sea, todo
traslado de las personas de un lugar a otro
tiene oleadas, es decir ciclos de salidas. Los
primeros migrantes andinos, bajaron desde
los andes a pie y a caballo hacia la costa
para llegar hacia la ciudad de Lima. Camino
que duraba muchos días. La segunda ola de
migrantes tuvo mejor suerte. Ya no caminaron
hacia la costa, sino hacia los lugares o
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pueblos serranos donde pasaban los primeros
carros interprovinciales o camiones de carga
que los pudieran trasladar hacia su destino
de viaje. Los últimos migrantes andinos y
provincianos ya no sufren estos avatares.
Ahora la interconectividad vial es mayor
que antes. Los ómnibus interprovinciales
llegan a los pueblos más apartados del
país, en fechas señaladas y los que desean
viajar ya lo hacen desde las agencias de su
propio pueblo. Por ejemplo, los migrantes
andinos de Apurímac y Ayacucho, de los
años 30 bajaban hacia el puerto de Lomas
(Arequipa) pasando por Nazca, para abordar
el vapor que los traerá hacia el Callao
5
. Esa
experiencia esta transformada en un huayno
tradicional. Maldito vapor brillante.
“Yo me fui en avión a Colombia, y, como
mis amigos también estaban, ellos si
tenían bajos recursos, no me iba a venir
solo, entonces me vine con ellos. Vine
ayudando a uno monetariamente, como
no tenía mucho y además yo le dije que
salieran.” (Alberto, 23 años).
En cambio, los primeros migrantes
venezolano llegaron a esta tierra en avión,
hace 4 o 5 años atrás (2014-15). Eran los que
tenían mejores posibilidades económicas.
En su país, poseían bienes que vender para
costear su viaje. Cuenta un entrevistado
venezolano que, para salir de su país,
huyendo de la pobreza e inseguridad que
comenzaba a crecer, tuvo que vender su
camión y coche. Con el producto de la venta
pudo comprar un pasaje en avión. Dejo su
esposa e hijos como cuota de sacricio. Aquí
pudo conseguir un empleo formal, y remesa
mensualmente para el sostenimiento de ellos
en Venezuela, de eso hace aproximadamente
4 años. Luego vendrá una segunda Ola de
5
Maldito vapor brillante, es una canción ayacuchana
que habla de los viajeros de los años 30 del siglo pasado
que salían de Puquio a Lomas y de Lomas al Callao,
dejando los amores atrás. Hay muchas versiones en
youtube, uno de ellos es la cantada por Edwin Montoya
https://www.youtube.com/watch?v=ilMhR4Q-
RA0&t=79s
migrantes, que podían comprar sus boletos
y venirse en ómnibus desde el terminal. El
viaje dura pocos días en cruzar las fronteras
de Colombia y Ecuador para llegar al Perú.
Una tercera ola será los de menor recursos,
son los que cruzan las fronteras de los países
caminando, caminando, con bultos en manos
e hijos pequeños a cuesta, pasando miles de
peripecias. El cuerpo de ellos son los más
maltratados por el hambre, el cansancio y
muchas veces robos de sus cosas al llegar
a pueblos ajenos, a parte de las coimas que
tienen que pagar para que les facilite cruzar
las fronteras. Cuerpos extenuados, pero
siguieron para adelante, haciendo escala
noche y día, pasando hambre, y como dice
la canción Me Fui, “corriendo al trote,
comiendo un poquito, hablando poco y
llorando bajito”
6
“Para comprar el pasaje en mi país
fue toda una odisea, tuve que dormir
dos días en la calle. Logre comprarlo y
salí en la tarde hasta la frontera (doce
horas) de Colombia. En ese entonces
aun había dinero para comprar pasajes
y pasas de país en país. Ahora la gente
pasa caminando. No hay dinero. Para
pasar la frontera de Colombia fue un
mar de gente, indescriptible. Muchos
venezolanos saliendo del país. Pase de
Venezuela a Colombia luego a Ecuador
hasta que llegue a Perú en 7 días a
próximamente.” (Carlos, 28 años)
La triste en la despedida, pero también
mucha tristeza en sus compatriotas. “Todo el
viaje fue tristeza y confusión. Percibía a las
personas muy pensativas, algunos lloraban.”
“Yo llore. Dejas tu país en esas condiciones
y sales prácticamente obligado. Con las
cosas que vendí en Venezuela, logré comprar
galletas, tostones (chies) para calmar el
hambre. “
6
Me fui, canción de inmigrantes venezolanos.
En youtube https://www.youtube.com/
watch?v=jIG0nutvmaIhttps://www.youtube.com/
watch?v=jIG0nutvmaI
Avatares de los inmigrantes venezolanos desde el lenguaje del cuerpo y emociones
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En estas circunstancias, se comienza
a tejer el sentimiento de solidaridad entre
ellos. Y algo más importante, las emociones
y el cuerpo van a jugar un papel muy
importante. Por lo que esos elementos deben
de tomarse en cuenta en las inmigraciones y
migraciones. Nos explicamos.
La condición humana es corporal. El
cuerpo en la modernidad es un cuerpo
individualizado. El cuerpo en la sociedad
tradicional forma parte de una comunidad, de
una colectividad. En la modernidad el cuerpo
es exclusivo y excluyente. Individualmente
autónomo. Una ruptura con la colectividad y
la solidaridad. En la sociedad tradicional es
inclusivo y comunitario. Forma parte de un
cosmos, al que está relacionado, conectado
de manera holística. Forma parte de un todo.
De una colectividad con el que establece
múltiples relaciones. Importa la conexión
que establece con el cosmos, la naturaleza,
etc.
La inmigración venezolana no solo ha
reestructurado una forma de vida grata,
agradable en el que han podido estar, sino
también una estructura muy individualizada,
propias de una sociedad moderna. Si
bien la familia, es un núcleo importante
en la vida de ellos, eso no signica que el
individualismo no se haya desarrollado al
igual que en todo sistema capitalista. En
el individualismo occidental, el cuerpo es
una frontera que delimita y distingue. En la
inmigración masiva, de salida en masa de
gentes que se ven juntas en salida forzada,
hay una primera experiencia particularmente
interesante. Es el primer acto cuestionador
del individualismo. La gura de un conjunto
de cuerpos caminando juntos hacia la
libertad entremezclados, confundidos unos
con otros, es la primera señal del rebrote de
un sentimiento de comunidad, más allá de
las individualidades, de miembros apenas
diferenciados. Este pasaje de un tipo de
vínculo social a otro, reejado en un cuerpo
individualizado hacia uno colectivo, no es
un proceso sencillo. En la narrativa de las
pérdidas, de los robos de sus pertenencias en
el camino, de sus sufrimientos en el camino,
se nota una especie de pago, de tributo,
a ese individualismo que los acompañó
toda su vida antes de la experiencia de
salir forzadamente de su pais. Igualmente,
el compartir en el camino, de lo poco que
tenía, es el primer pago, el primer tributo, a
la solidaridad, a la dimensión comunitaria
del cuerpo.
Este paso lo viven más, los llamados
caminantes de la frontera, aquellos que han
salido caminando del país, que aquellos que
han salido en avión. Aquellos que salieron en
avión no han sufrido las penurias de aquellos
que salen a pie. No sufrieron las inclemencias
del tiempo, las necesidades de protección, ni
hambre en el camino. Los que salen por vía
terrestre o a pie son los menos pudientes, los
más pobres. Ellos son que han vivido ese
paso del cuerpo individualizado a un cuerpo
comunitario colectivo durante el viaje por
las carreteras. Generalmente comerciantes,
negociantes, que contaban con recursos, los
más propenso al individualismo, al pensar
egoísta, por estar orientado su ocupación
a la obtención de ganancias, cada vez más
creciente.
La gura de la diáspora y comunidad
es paradójica. La diáspora es dispersión,
la comunidad es encuentro. Pero hay otro
elemento que no se ha tomado en cuenta.
Lo que los une es sentirse venezolanos, es
decir, saber que hay algo en común que
comparten todo ellos: que han salido de su
país en busca de un sueño, de una mejor
situación para ellos y su familia. Por eso
el uso de sus gorras, polos y vestimentas
con los colores patrios. De ahí la venta de
sus comidas tradicionales en las calles de
la ciudad, como la arepa. Cuando trabajan
como vendedores de productos y suben a los
medios de transporte público a ofrecerlos,
dicen que lo hacen, porque no tienen un
trabajo estable, lo hacen para mantenerse en
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un país que los ha acogido, y para ayudar a
su familia, que sobreviven en Venezuela, con
un salario mínimo paupérrimo. En este hecho
tan sencillo vemos como se acentúan algunas
representaciones, valores, donde el cuerpo de
uno, y el cuerpo de los suyos están presentes.
Esto no signica que el sentimiento de
formar parte de un colectivo generalizado
se exprese en la participación masiva en una
asociación de venezolanos. Puede darse,
pero es mínima. Hay varias razones para ello.
Una, las horas que tienen que trabajar para
poder sobrevivir en la ciudad; generalmente
de 10 horas diarias. Donde el cuerpo es
el elemento más expuesto y más cansado,
por lo que necesita reposo. Asi quisieran
participar en una asociación no podrían,
por la falta de tiempo. A lo mas que pueden
hacer para relajarse los nes de semana, es
salir en grupo a comer o algunas estas.
El otro elemento, es la tradición. No están
habituados a ello. En cambio, los migrantes
andinos, por las mismas características de
su cultura organizativa tienden más a la
asociatividad. Es una manera de subsistir
mejor en una sociedad tan agresiva como
la limeña. Pero sobre todo una forma de
pertenencia y mecanismo de conservación
de sus tradiciones sociales y culturales
provincianas en la capital.
Cuando un migrante andino sube a los
medios de transporte público a ofrecer sus
productos como vendedor ambulante, el
discurso que emplea para la venta es distinta
al vendedor ambulante venezolano. Sus
discursos son más individualizados. El del
venezolano es mas colectivo, familiar. No
porque el sentido colectivo en los andinos
sea menor, sino porque se encuentran en su
patria, y todos trabajando en las ocupaciones
más sencillas, como en las más calicadas.
“El recorrido fue bastante triste, te cuento
que yo había visitado por cuestiones
laborales varios países de Latinoamérica
pero en avión, una vez que me toco migrar
acá por tierra fue devastador, primero
verme por tierra haciendo ese recorrido
acompañado de un sinfín de venezolanos
que al igual que yo estaba renunciando
a su sueño para empezar de cero, eso
ha sido uno de los procesos más tristes
y difíciles que ha correspondido en el
proceso de migración” (José Gregorio
30 años.)
b.- Nostalgias. Comida, familia y
Sociabilidad
“Extraño todo. Extraño todo lo que
me recuerda mi tierra pues cada vez
que escucha algo referido a ella me da
nostalgia. Recordar todo eso me puede
provocar depresión momentánea”.
“En si extraño todo de mi país. Mi mama,
mi familia y amigos. Las creencias de
mama Julia, de la abuela”.
Cuando a los inmigrantes venezolanos
que han llegado a la ciudad de Lima, se
les pregunta, que es lo que más extrañan
de su país, lo primero que responden es, la
familia. Después los lugares donde andaba,
corrían, paseaban. Las comodidades en la
que vivían. Sus costumbres. Su lengua, sus
modos de hablar, sus jergas, las palabras
de uso cotidiano y familiar (expresiones
como naguará, de uso común que signica
asombro sea para cosa buena o mala), la
forma como usan el lenguaje en su país.
Y por supuesto, su cocina, su comida, las
arepas que es parte de su cotidianidad, sobre
todo en el desayuno, las empanadas, la
cachapa, el pabellón criollo hecho de carne
mechada, carotas negras (frijoles) tajadas
y queso blanco. Si bien en la actualidad,
ellos pueden preparar en casa estos platos
de comida, extrañan el toquecito especial
que no lo encuentran. Aunque hay una gran
mayoría que señalan que no extrañan tanto
su comida porque la comida de ellos es muy
sencilla, y de poca variedad en comparación
con la peruana, que tienen una innidad
de comidas, una más ricas que otras. En
Avatares de los inmigrantes venezolanos desde el lenguaje del cuerpo y emociones
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señaladas, de todas maneras será parte de la
nostalgia llanera, hay notorio sentimiento de
tristeza por la comida familiar, la mesa de la
familia, pero que trasciende la pura comida,
porque es la expresión de los afectos que ella
enciende.
Extrañan de su comida, la cachapa, torta
de auyama, sopas criollas, dulce de mango.
O cualquier comida que prepara la familia, la
abuela. El pabellón criollo, preparado por la
madre. Recuerda el olor del pabellón. Plato
simple cuyos ingredientes tiene caraotas
negras (frejoles negros) arroz, huevo,
plántanos fritos, carne mechada
Otro plato es, asado negro. Es carnecita
con aderezo, plátano y arroz. Las bombas,
las empanadas venezolanas, el patacón, el
chivo en coco, por supuesto la arepa pelada,
bollitos de chivos, pelones, como también
sienten la ausencia del ají dulce y muchos
otros productos más.
En el almuerzo, las caraotas con arroz o
con pasta, tajadas en todos los almuerzos.
Un almuerzo sin tajada no es nada (tajadas
es plátano frito) pan con café, y de cena
obligada arepa. También en desayuno
la arepa. Todos los días arepa. Raro es
desayunar otra cosa.
La familia
“Esencialmente mi familia, mi familia,
mi mama, mis amigos, mis lugares, mis
espacios he mi cultura, mis tradiciones,
mi casa, mi hogar, mi todo, o sea yo creo
que de manera jerárquica lo encabezaría
mi mama quien sigue en Venezuela y en
segundo lugar está todo lo demás, que
son la familia, los afectos, los lugares,
todo lo que te mencione antes (José
Gregorio, 30 años.).
“Mis hijos es lo que más extraño.
Dejarlos pequeños aun, me sigue
doliendo, pero ya los irse trayendo a
cada uno (…) Mi esposa extraña a su
madre. A veces llora (Lionel, 35 años).
realidad, aquí el inmigrante venezolano lo
que extrañan es la estructura de acogida que
existe en una colectividad.
Antes de abordar las estructuras de
acogida, especícamente el de la familia, hay
que hacer referencia a la función social de la
cocina. Vamos hacer una comparación entre
dos culturas. Cuando se le pregunta a los
migrantes andinos sobre su cocina, ninguno
nos habla de haber pasado hambre. Ninguno.
Quizá por eso mismo ellos extrañan mucho
su comida y la comida será una estructura
de acogida para ellos y los que guste de su
cocina en la ciudad, como se señala en el
libro La cocina de acogida (Ccopa, 2018).
Se extraña lo que se ha tenido y perdido. En
cambio, aquellos que han pasado hambre,
hambre profunda, ¿qué pueden extrañar?
“extraño la comida en el sentido de… por
lo menos cuando teníamos la posibilidad
de una mejor calidad de vida Si, pero ya
después que pasábamos mucha hambre, no.
Porque… por lo menos éramos tres. Mi hijo
y yo. Muchas veces nos acostábamos sin
comer… mi hijo vomitaba porque no tenía
nada para darle. Comíamos y bueno lo poco
que conseguíamos, a veces teníamos un kilo
o medio de harina, y, no comíamos nosotros
(los padres) se lo dábamos a nuestro hijo,
porque él iba a clases. Nosotros tomábamos
agua. Se pierde lo de extrañar la comida”
(María, 44 años, venezolana).
Es decir, hay varios motivos por el que
una gran parte de ese contingente migrante
de Venezuela no extraña su comida. El
primero, porque en Lima encuentran muy
buena comida además de muy variada,
de modo que pueden comer todos los días
algo distinto. Igualmente, porque la comida
venezolana se ha trasladado a todas partes
de la ciudad, sobre todo en los sectores
populares. Y el otro motivo, es porque no
han tenido qué comer. Esa sería las razones
que explicarían el no extrañar la comida
del país de origen. Por otro lado, aceptando
que no extrañen la comida por las razones
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Duch (2012) señala que el ser humano
necesita de acogida y reconocimiento de
carácter efectivo y afectivo para que pueda
constituir una identidad que en cada momento
se va reestructurando… Solo mediante ella
el ser humano puede constituirse como tal y
formar parte de una comunidad. Es mediante
los vínculos que establecemos como ser.
Cuando nacemos somos arrojados al mundo,
desorientados, sin punto de referencia, sin
palabra, sin comunicación. Solo mediante
las estructuras de acogidas de cada sociedad
que podemos lograr el desarrollo armonioso
y sensato en todas las etapas de nuestra vida.
La familia es una de las estructuras más
importante en la vida de las personas. Nos
hace al mismo tiempo que lo hacemos. Nos
brinda seguridad, cobijo, nos inserta en el
mundo, nos sostiene en ella. Acompaña
permanentemente nuestro desarrollo,
nuestras caídas, derrotas y triunfos. Como
ser no jados, no programados, estamos
sujetos a vicisitudes de la vida. Es ahí donde
ella aparece para cobijarnos. La familia es
importante en todas las sociedades, en unas
más que en otras. Y su importancia se mide
con la frecuencia con que se reúnen. Una de
estas reuniones importantes es la que se dan
los domingos y feriados ya sean en alguna
vivienda, en la playa o en el campo.
Lo más doloroso del éxodo venezolano es
la separación de la familia. Unos se quedan
otros se van. Los padres en Venezuela, un
hijo en Colombia, otro en Chile, otro en
Perú. O bien la esposa y el hijo en Venezuela
y el esposo en cualquier otro país fronterizo.
La migración ha roto vínculos familiares
rmes. Familias unidas desde siempre, hoy
separadas. Sobre todo, en sociedades donde
ella era el núcleo central y a su alrededor
giraba la vida de las personas.
Pero, no solo la inmigración o la migra-
ción rompen los vínculos familiares. No solo
un sistema político quiebra el núcleo fami-
liar sino también un tipo de régimen econó-
mico, como el neoliberalismo, donde lo que
gobierna todo es el mercado. En el Perú los
vínculos familiares se han quebrado poco a
poco, al establecerse la economía neoliberal
y traer con ella una forma, un estilo de vida.
La economía no es solo producción y circu-
lación de bienes sino también construcción,
apropiación y expansión de signicados en
torno a las categorías centrales de la vida
que propugna. El neoliberalismo y su pré-
dica de desarrollo, éxito, felicidad material,
adquisición de bienes, ha roto con los dere-
chos laborales de los trabajadores, con los
momentos libres y desarrollo de una cultu-
ra solidaria. Prácticamente la jornada de las
8 horas se ha desvanecido en las empresas
extranjeras, como los grandes supermerca-
dos o las tiendas por departamento, donde
generalmente los jóvenes laboran todos los
días, de las 10 am hasta las 10 de la noche, al
igual que en el comercio informal. Incluido
sábados, domingo y feriados. Ha impuesto
un estilo de vida, internalizado por los más
jóvenes, de que lo más importante es el éxito
y adquirir cosas y más cosas. Y eso se logra
trabajando y trabajando todo el tiempo que
se pueda. Cuando en realidad el trabajo es
un medio para lograr el desarrollo armonio-
so de las personas y no un n en mismo.
Con ese horario y ese régimen laboral, ya no
hay oportunidad de reunirse en una misma
mesa padres e hijos. Porque los padres tra-
bajan todos los días desde tempranas horas
hasta muy tarde, y los hijos estudian y traba-
jan, todos los días. Y cuando llegan a la casa
están tan cansados que no hay más tiempo
que para cenar y dormir. En sociedades don-
de impera el neoliberalismo la forma de vida
se ha visto afectada, ha quebrado la familia,
el núcleo de la sociedad. En países de Sud-
américa que no han caído en la vorágine de
este sistema, las horas de descanso laboral
son importantes. Hay un horario de trabajo
que se respeta, así como los momentos, las
horas y los días de descanso. Los domingos
las tiendas están cerradas, por descanso de
los trabajadores. Y los que están abiertas,
Avatares de los inmigrantes venezolanos desde el lenguaje del cuerpo y emociones
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como restaurantes, las mesas están ocupadas
por familias que comparten sus momentos
libres de esa manera. Ahí los trabadores re-
ciben un pago doble por esta jornada. Las 8
de la noche se cierra todas las tiendas de co-
mercio, salvo alguna de atención al público
visitante. Las horas libres que tienen las per-
sonas se emplean en actividades recreativas,
de formación, de relax personal y familiar.
Avanza la cultura material a la par que la
cultura espiritual. En el neoliberalismo, se
desarrolla la cultura material y se deteriora
la cultura espiritual. Sería interesante me-
dir el grado de anomia y conductas sociales
desviadas que se producen en cada país, to-
mando como variable el modelo de régimen
económico que tienen, y ver sus bondades
o maldades para el espíritu humano. Sospe-
chamos que en los países donde la familia se
ha quebrado los índices de delitos son ma-
yores que en los países donde la familia es
aún un núcleo de acogida importante. Si se
rompe el gran espacio de reconocimiento y
de compartir momentos que tejan sentimien-
tos de pertenencia entre los integrantes de la
familia, quedaran otros espacios no necesa-
riamente positivos que cumplan esa función,
básica para el ser humano.
Cambios en las formas de vida
El sociólogo estadounidense Scott Lash, se-
ñala que una forma de vida es un “modo de
vida”, una manera de hacer las cosas. De tal
modo que una cultura es una manera de hacer
cosas (Lash, 2005. 39). De acuerdo al mismo
autor, las formas de vida incluyen por una
parte las naturales o biológicas y por otra las
sociales o culturales. En un primer momen-
to, la forma de vida tuvo una connotación or-
ganicista, en tanto la sociedad era vista como
un organismo. Forma de rearmación de la
tradición positivista. En la actualidad las
formas de vida son intrínsecamente antipo-
sitivista. Esto signica que la vida no se ve
desde una consideración orgánica, sino vi-
talista, fenomenológica. Se va produciendo
un salto interesante del cartesianismo des-
carnado, que ignora el cuerpo, a la vida del
cuerpo. Del tiempo mecánico newtoniano al
tiempo de la experiencia, de la cognición a
la percepción. De modo que conocemos las
cosas desde las vivencias, desde nuestra si-
tuación en el mundo. Es desde esta situación
que damos sentidos al mundo, a la realidad.
Pasar de ser un país rico a país pobre,
con ello todos los males de un país pobre;
el dinero no alcanza para lo más elemental,
por su constante devaluación, aumenta la
inseguridad y la delincuencia que todos
lo sufren día a día. Estos hechos y otros
han cambiado drásticamente el modo de
existencia de los venezolanos. En la época
de prosperidad en un hogar venezolano solo
trabajaba el padre, la madre se dedicaba a
la casa, y los hijos al estudio. Este cambio
radical tiene implicancias no solo materiales
y económicas sino también en la subjetividad
e intersubjetividad de los ciudadanos
manifestándose en el cuerpo o mediante
el cuerpo, en las emociones y sentimientos.
Cuando los jóvenes recuerdan su país de
origen y sus vidas antes de inmigrar, hablan
de las cosas que extrañan, del clima agradable
de su país, de su sol permanente, pues en la
ciudad de Lima el frio arrecia inclemente en
invierno. Del café que la madre preparaba.
Las parrillas que hacían los domingos, La
costumbre de mi madre de decirnos “buenos
días hijo, dios te bendiga”.
Carlos, joven de 19 años, antes de
migrar a lo único a que se dedicaba era a
estudiar, para obtener un título profesional y
posteriormente trabajar. Esa era lo que hacía
y en torno a eso giraba su proyecto de vida.
Nunca pensó que tendría que trabajar como
trabaja en el Perú para poder sobrevivir él y
apoyar a su familia que aún se encuentra en
Venezuela
“Vivir en Lima, es agotador. Cambia
tu perspectiva que tenías de progreso.
Por ejemplo, mi caso en Venezuela solo
era preocuparme por estudiar y ser un
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profesional. Aquí tengo que tratar de
obtener la mayor cantidad de dinero
necesario para vivir y hacer sobrevivir
a mis familiares en Venezuela (Juan
Carlos, 19 años).
Dayeins, joven venezolano de 23
años, cuenta que en su país, tenía todas las
comodidades que tiene un joven de clase
media. En cambio, en la actualidad vive
en un cuarto pequeño donde duermen 6
personas, donde nadie se conocía. Veamos
lo que nos dice:
“Dejar a mis padres me deprimió los
primeros meses que estuve en Los Olivos
(…) un cuarto pequeño, dormíamos
6 personas, a ninguno conocía, se me
hacía difícil bañarme porque no tenía
privacidad. Extrañaba mi espacio, mi
habitación” (Dayeins, 23 años).
En esta situación adversa, los
inmigrantes tienen que resignicar las cosas
frente a los cuales se encuentran. Aprender
a dotar de sentidos al mundo nuevo en que
se encuentran, y todo eso tiene lugar en el
mundo de la alteridad cultural, en sujetos que
tienen vida y es entendido como vida. Tal
vez podrían vivir sin contar con aquellos que
antes contaban. Pero en una cultura global
de la información, en una forma tecnológica
de vida, donde el hombre se encuentra en
condición de interfaz orgánico-tecnológico,
no podrían funcionar sin teléfono móvil
inalámbrico, sin su laptop, etc. En aquellos
que nos narra la vida es más terrenal, aun no
se eleva en el aire.
“Difícil, aun no me acostumbro”
(Johana, 38 años)
En el plano de las costumbres, los
cambios también son drásticos. En su
país la vida es más apacible, aquí en Lima
todos viven apresurados, apurándose, y
empujando, desconando y discriminándose
unos de otros. Con costumbres distintas
inclusive en las formas de hablar y utilizar
las jergas. En estas circunstancias lo que más
extrañan de su familia son los momentos
de estar juntos, como las navidades. En el
Perú es muy distinta la celebración, muy
americanizada, así como el cumpleaños
cantando el happy verday to yuo. La navidad
muy norteamericanizada, comiendo pavo,
panteón y chocolate, en pleno verano. En
cambio ellos para las navidades preparan
comida propia.
Lo que más extraño son las navidades.
Ya que acá son muy distintas.
La mesa venezolana, en navidad,
generalmente está llena de colorido y sabor.
El plato principal es la llamada Hallaca
venezolana, vestida de hojas de plátanos,
harina de maíz que cubre un guiso que
incluye, pan relleno de jamón, tocineta,
pasas y aceituna, ensaladas de gallina, el
pernil de cochino. También se sirve jamón
planchado, ensaladas dulces. Es un ambiente
festivo, donde se intercambian regalos.
Cambio ocupacional
De todos los cambios en la forma de vida,
el cambio ocupacional quizá sea el más
traumático, tanto corporal como psicológico.
Esto desde nuestro punto de vista, pero no
resulta así, para ellos. Veamos:
“En Venezuela tenía tres negocios. No
trabajaba para otros, sino que tenía
negocio propio. Talleres de frenos de
carro, venta de repuestos y montarle
los repuestos a los carros. Los tres eran
iguales solo que en distintas zonas”
(23 s/n. Ingeniero en mantenimiento
industrial).
Nuestro informante, hoy trabaja como
promotor de ventas en la casa comercial
Isole. En Venezuela tenía negocios, empresa
propia. Entró a trabajar ahí a través de un
venezolano que se casó con una peruana allá
en su país, que ahora se encuentra en Perú
con toda la familia. Viven en Comas, por
El Retablo. Vive en un mini departamento
con su mejor amiga que se conocen desde
Avatares de los inmigrantes venezolanos desde el lenguaje del cuerpo y emociones
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Enero - Junio 2020
Venezuela y su enamorado. Vivimos los tres.
Las historias son similares de muchos
venezolanos que en su país trabajaban en
su profesión y aquí lo hacen en las labores
más sencillas y las menos calicadas. De
abogado a ambulante, de medico a vendedor
de arepas, de comandante de la guardia
nacional a vendedor de frutas, de che a
vender en los carros, de psicóloga a mesera,
etc. Muchos con cargos de gerencia que
hoy en Perú venden limonadas o tizana o
se dedican a la venta ambulatoria subiendo
a los buses. El travestismo laboral forzado,
al llegar a otro, país huyendo de la pobreza,
el hambre y la inseguridad, forma una larga
lista. Implican un mundo de sentimientos
relacionados a la frustración en trabajar en
tareas humilde siendo profesional, que quizá
pueda reducirse a la frustración, aunque esta
categoría no es suciente para describirlo.
Al lado de ellos, otro grupo que no tienen la
profesión de los otros compatriotas pero que
el tener que abandonar su país, el éxodo, los ha
unido, los ha homogenizado para bien y para
mal. En algunos casos expresan sentimientos
de dolor de frustración, de resignación, en
lo personal, pero en lo colectivo sienten ser
parte de una comunidad, un nosotros, con
un ellos (los peruanos) fronterizos. De ahí
el uso orgulloso de los colores de su patria
en sus gorros e indumentarias que exhiben
diariamente por calles durante sus trabajos.
“Aquí mi vida en Perú es diferente
total de la vida que llevaba. No me
acostumbro y por eso aquí, yo me paro
en la mañana. Como tu vez todo el día.
Uno trabaja hasta la noche. Y esa es mi
vida diaria” (Yerson, 24 años).
“Mi diario vivir como migrante es
sumamente difícil porque todos los días
hay que reinventarse, todos los días hay
que empezar de cero, porque es un país
cuyo ritmo laboral es muy fuerte. (…) Ser
migrante el Perú es lo más duro que le
puede pasar a un ser humano, te lo digo
con toda honestidad del mundo, porque
es un país de pocas oportunidades, es
una sociedad cerrada y difícil. No hay
estabilidad laborar económica”
La mayoría de inmigrantes venezolanos
son jóvenes y trabajan más de 60 horas
semanales, esto según el Instituto Nacional
de Estadística e Información (INEI, 2018).
9 de cada 10 se encuentran trabajando. Mas
exactamente, según la encuesta, el 93.5% de
la población venezolana en edad de trabajar
residente en el Perú tiene empleo y un 6.5%
se encuentra desocupada, La mayoría en
actividades comerciales, y con un salario
mínimo, sin un contratado de trabajo de por
medio
Dejaron todo por algo. Dejaron sus
comodidades y todo lo que fueron, para ser;
para tomar su destino en sus manos. En los
jóvenes y adultos que salieron a trabajar
en tierras extrañas hay un mandato moral
internalizado, que los impulsa a seguir para
adelante sin volver la mirada atrás, pase lo
que pase, y ese mandato moral es para con
los padres y familiares que quedaron en
Venezuela. Cumplir ese mandato implica
muchas cosas. Signica, sobre todo,
sacricio. El sacricio simboliza privación
de cosas al que antes estuvo acostumbrado,
todo con el propósito de enviar ayuda a sus
familiares, en la forma de remesa. Enviar
remesa implica ahorro. Y ahorro implica
abnegación. Por ejemplo, un trabajador o
trabajadora dependiente, gana 30 o 40 soles
diarios. De esa cantidad, una persona sola
emplea 10 soles en la alimentación. 2 soles
en el desayuno de carretilla, un vaso de
avena, quinua o maca, y un pan, un solo pan.
En el almuerzo gasta 5 soles en prepararse
un caldo de sopa humilde, y otro 3 cenar
algo. Es decir, se priva de una alimentación a
lo peruano, comer arto carbohidrato. Separa
otra parte del total, para pagar la renta de la
habitación, otro tanto para la remesa para
la familia. Sin descuidad por supuesto las
salidas ocasionales y la presentación.
En este cambio del modo de vida, como
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vemos, el cuerpo y el alma son los más
afectados. El cuerpo, está expuesto a
la explotación, expuesto a una realidad
geográca y social bastante agresiva en
términos laborales, a horas largas de trabajo.
Quizá el dolor del alma sea lo más invisible,
lo más difícil que pueda transmitirse, en
tanto el daño no es físico ni palpable. Son
heridas que no se ven, pero se reejan en la
disposición frente a la vida y el futuro. Esto
puede explotar si el entorno es desfavorable.
Al parecer lo es, pero hay algo interno que
lo mengua, es lo que hemos señalado antes
como mandato moral con la familia. Este
es lo más fuerte que hace que el inmigrante
venezolano no se tumbe, ni recule ante las
adversidades y los avatares del cuerpo y el
alma.
“Trabajé más de 12 horas durante 7 días
y me dio 50 soles disque porque no tenía
papeles. Mira, por más que le rogué que
necesitaba dinero nalmente se hizo la
loca. Hasta se chalaqueaba (burlaba).
Pero conocí a otras personas que si son
muy buena gente”
Esto sin tomar en cuenta la creciente
xenofobia.
“Algunos nos gritan “Váyanse ratas” fue
feo escuchar eso, pero no todos somos
como ese señor piensa. Ahora trabajo
como chofer de camión que entrega
pedidos”.(Javier García, 59 años)
c. Cuerpo femenino venezolana acosado
Dentro de todos los cuerpos inmigrantes, el
cuerpo más vulnerable es el cuerpo femenino
venezolano, que merece otro trabajo. En esta
ocasión solo para dar algunas ideas. Lo que
es su virtud, es decir su belleza (desde una
mirada occidental), es la causa de abuso, del
acoso, de las propuestas indecentes. Para ellas
es algo muy normal, ser abierta y libre en su
trato, así como mostrar su cuerpo, su porte
simétrico, y embellecerse permanentemente.
Y esto muchas veces es visto ya sea con
poco aprecio, cierto grado de envidia, y
porque no, con marcada libidinosidad, por
ciertos sectores de peruanos y peruanas,
demostrando que aún siguen atados a una
cultura harto conservadora, reprimida,
además de falocéntrica.
“No generalizo, pero por comentario
de peruanos, la ven como putas. La
mujer venezolana en el ámbito físico,
corporal, su forma de vestir es diferente
a la peruana, su ropa es más escotada
porque la mayoría vienen de estados
calurosos y usan ropas cortas. La mujer
venezolana se maquilla mucho, más que
las peruanas por cuestiones culturales,
porque allá en Venezuela, maquillarse,
arreglarse es muy importante. Es algo
cultural, pero en el Perú es mal visto
(Carlos, 30años, Aragua).
Parte pendiente de este trabajo es tratar
sobre los cuerpos explotados de la mujer
venezolana por la prostitución, práctica que
es algo latente en ciertas personas que buscan
vivir bien, proponiéndose metas rápidas,
pero no todas las que pasan necesidades
apremios, optan u optarán por prostituirse.
Una recomendación de este trabajo es
desarrollar el tema mencionado líneas arriba
de una manera mas extensa.
4. Conclusiones
Los resultados encontrados en esta
investigación, son una invitación a seguir
ahondando en el tema. La entrada realizada a
la inmigración desde un enfoque cualitativos
y viendo el mundo de las emociones y la
corporeidad, nos ha permitido encontrar una
zona de relevancia académica.
No es opuesta a los estudios realizados desde
la perspectiva cuantitativa o estadística. Sino
que los complementa en unos casos, en otros
casos permite elaborar hipótesis de partida
para futuros estudios.
Avatares de los inmigrantes venezolanos desde el lenguaje del cuerpo y emociones
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Enero - Junio 2020
6. Literatura citada
ACNUR [Agencia de la ONU para los Refu-
giados\. 2019. Refugiados y migran-
tes de Venezuela supera los cuatro
millones. Panamá.
Andres-Suarez & otros. 2002. La inmi-
gración en la literatura española
contemporánea. Verbum. Ma-
drid
Battan, A. 2004. Hacia una fenomenología
de corporeidad. M. Merleau-Ponty y
el problema del dualismo. Editorial
Universitas. Córdova. Argentina.
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grantes andinos en Lima. Universi-
dad San Martin de Porras. Lima
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Fragmenta editorial: Trota. Barcelona
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Lash, S. 2005. Critica de la información.
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