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Revista Natura@economía
1. Introducción
La potencial severidad de una crisis de agua
a escala global ha puesto al recurso hídrico
en la agenda principal de los funcionarios y
de los investigadores de diversas discipli-
nas. La todavía creciente población global
y sus patrones de consumo cada vez más
complejos implican una demanda global por
agua que presiona una oferta que no se dis-
tribuye homogéneamente en el espacio ni en
el tiempo, e intensica la competencia entre
usos alternativos elevando la frecuencia con
la que el agua se convierte en factor limitante
de la actividad económica. Por lo anterior, no
es sorpresa que exista un llamado global a
reconocer y comprender la dimensión eco-
nómica del agua (ver, por ejemplo, ICWE,
1992).
Tal dimensión tiene dos aspectos principales.
El agua es tanto un bien de consumo nal
para los hogares, como un factor de la pro-
ducción esencial para actividades agrícolas
e industriales. A pesar de la atención mayori-
taria al primer aspecto, el uso doméstico del
agua llega a solo el 11% de los 3 800 km3
de la extracción global anual (FAO, 2012); la
agricultura tiene el uso más frecuente, con
el 70% de dicho volumen; mientras que la
industria, principalmente la generación de
energía en termoeléctricas, utiliza lo restante
(FAO, 2012). Esta distribución indica que el
agua es más frecuentemente un factor de la
producción que un bien de consumo nal.
Los factores de la producción tradiciona-
les en economía han sido capital, trabajo y
ocasionalmente un concepto muy amplio de
tierra. Sin embargo, las presiones sobre el
medio ambiente han reclamado en décadas
recientes una representación más elaborada
de los recursos naturales como factores de
la producción con el objetivo de entender
cómo las economías hacen uso de ellos.
La caracterización tecnológica de un sis-
tema económico, por ejemplo a través de
una descripción de la red de transacciones
intersectoriales e interregionales, ayuda a
cuanticar en escenarios de escasez la tasa
con la que el sistema económico demanda
insumos producidos y no producidos en un
período determinado.
Para el caso del agua, a dicha descripción
hay que añadir estudios sobre la disponibi-
lidad existente, aunque la denición de las
dotaciones de agua económicamente rele-
vantes es asunto complejo que requiere el
establecimiento de puentes multidisciplina-
rios con la hidrología y con la geografía, prin-
cipalmente. La complejidad del agua como
factor económico en parte se basa porque
tiene características tanto de un recurso
renovable como de uno no renovable. Por un
lado, la precipitación anual asociada al ciclo
hidrológico puede tener magnitud y tempo-
ralidad relativamente estable, lo que hace del
agua un recurso renovable cuyo uso estará
nalmente limitado por el ujo de precipita-
ción anual (Gleick, 2009; Ehrlich y Holdren,
1977). Sin embargo, el escurrimiento anual
y la recarga de acuíferos derivados de la pre-
cipitación no constituyen medidas realistas
de la disponibilidad económica del recurso,
puesto que la infraestructura de extracción,
ya sea supercial o subterránea, tiene capa-
cidades limitadas (Postel, 1996).
Por otro lado, muchos de los acervos sub-
terráneos de agua dulce exhiben una tasa
de regeneración que puede ser muy baja,
incluso cero, por lo que pueden ser descri-
tos como no renovables. En tales situacio-
nes, el uso del agua se encuentra nalmente
limitada por los acervos existentes o por la
tasas de recarga natural (Gleick, 2009). El
volumen de agua potencialmente disponible
en cualquier parte del mundo, entonces, es
una combinación de los límites impuestos