Natura@economía. Vol. 2, Nº 1, enero-junio 2014 (71-91)
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convencional. Es decir, con buenas prácticas
de manejo, tipos de cultivos particulares y
crecientes condiciones de los sistemas orgá-
nicos, se puede casi igualar los rendimientos
convencionales; mientras que en otros casos,
en la actualidad, no es posible. De aquí deriva
la importancia de la evaluación de los múlti-
ples benecios que aporta la agricultura or-
gánica (social, ambiental y económica).
Si bien los rendimientos de la agricultura or-
gánica siguen siendo un desafío, lo cierto es
que a nivel mundial se ha dado un incremen-
to importante de la producción de este tipo
de agricultura. Al respecto Willer, et al. en el
2008, encontraron que más de 30.4 millones
de hectáreas son manejadas orgánicamente
por aproximadamente 700,000 agricultores
en el mundo, lo cual implica el 0.65% de la
tierra para la agricultura de los países consi-
derados en el estudio a nivel mundial en el
2006. Esto sugiere un incremento signicati-
vo de la producción orgánica en el 1998, ya
que el total de hectáreas manejadas de esta
manera era menor a 10 millones.
En otras palabras, en menos de diez años el
área destinada a la producción orgánica se
triplicó en el siguiente orden: Oceanía, Euro-
pa y América Latina; esta última, con casi 5
millones de hectáreas de producción orgáni-
ca que involucra aproximadamente a 223,277
agricultores, lo cual equivale al 0.68% de la
tierra total utilizada para la agricultura. Un
dato adicional es que la pequeña producción
en América Latina, ocupa el primer lugar al
2006 alcanzando el 32% de agricultores del
total mundial, seguida por Europa (28%) y
África (24%). Según un análisis de los países
en desarrollo, se encontró que el Perú ocupa
el noveno lugar del ranking entre los diez paí-
ses más importantes en asignación de tierras
para la agricultura orgánica, con un área de
0.1 millones de hectáreas después de países
como Argentina (2.2), Uruguay (0.9), Brasil
(0.9) y México (0.4).
Estudios locales como el de PROMPERÚ 2008,
conrman que el Perú no ha sido ajeno a esta
tendencia creciente de la agricultura orgánica
y se ha convertido en un importante exporta-
dor de sus productos, entre los que destacan,
el café, el banano, el mango, el cacao, y la cas-
taña, entre otros. Un aspecto central es que
en el 90% de los casos, la producción orgá-
nica de estos cultivos proviene de pequeños
productores; mientras que del 10% restante
unos exportan directamente y otros, lo hacen
a través de empresas comercializadoras. Para-
lelamente al incremento de la demanda mun-
dial y de mercados para estos productos, las
exigencias han ido aumentando, respecto a la
incorporación de la innovación tecnológica y
la certicación requerida.
Dichas exigencias implican a su vez la inver-
sión en capital humano como factor estraté-
gico de competitividad para acceder a estos
nuevos mercados. Dicha inversión, ha sido
promovida principalmente por ONGs y em-
presas privadas, y en menor medida por el
Estado, tratándose muchas veces de acciones
aisladas y a menor escala
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y no como una po-
2 A nes de los 80’s, con los cambios en el contexto
internacional y modicaciones del marco regulatorio interno
se genera una crisis del sector público en el Perú y otros países
de América Latina, visualizados en restricciones presupuestales
por lo cual los servicios para la agricultura, principalmente de
extensión se vieron severamente reducidos. Así, la inclusión de
nuevos actores (ONGs y empresas privadas) como oferentes de
servicios de extensión se hizo relevante.