Anchante, J. Tierra Nuestra, 15(2), 80-86. DOI. 10.21704/rtn.v15i2.1854
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Los cuentos “peruanos” de García Calderón
aparecieron en un contexto (década de los 20) donde
la estética modernista de rasgos exóticos, de la que
él forma parte, entraba en franco declive, y la
tendencia de “doblarle el cuello al cisne” se hermana
en algunos puntos con la perspectiva de los nuevos
escritores regionalistas, quienes retoman formas del
realismo decimonónico, en contrapartida con los
experimentos vanguardistas que se venían dando,
sobre todo, en poesía. Dentro de estos cambios en el
terreno de la narrativa peruana y latinoamericana,
donde hay una búsqueda de reivindicación social
con los sectores explotados –en nuestro caso, el
andino-, una propuesta como la de García Calderón,
heredera del más tradicional exotismo europeizante
y, en especial, francés, caía en un franco
anacronismo. El gran éxito que tuvo en países
francófonos, hasta el punto de haber estado muy
cerca de ganar el Premio Nobel, se debió a que en el
Viejo Continente su literatura fue considerada como
“actualizadora” en el conocimiento de culturas tan
lejanas para ellos como la nuestra, después de la
versión estereotipada que había dejado la conquista,
mientras que en nuestro país los intelectuales
indigenistas observaban que esta visión colonial del
indio no discernía en casi nada con la lectura de
García Calderón sobre el Perú y el Ande.
En suma: el proyecto literario del Indigenismo en
este periodo, el cual se vinculaba directamente con
una propuesta de reivindicación política, social y
económica de ese sector en nuestro país, chocaba
rotundamente con la fantasía y el exotismo
modernistas con que el autor en cuestión pintaba el
mundo andino. El asunto de hecho iba más allá de
las fronteras estrictamente literarias.
Ahora bien, volviendo a estas fronteras, y
trayendo a colación la afirmación de Tzvetan
Todorov de que “la literatura se crea a partir de la
literatura, y no a partir de la realidad, sea esta
material o psíquica: toda obra literaria es
convencional” (Todorov, 1980, p. 12), entonces la
literatura de V.G.C. debería quedar limpia de polvo
y paja, ya que cada escritor podría hacer lo que le dé
la gana con la realidad que crea en sus ficciones.
Para reflexionar sobre ello, detengámonos en tres
cuentos del libro La venganza del cóndor (1924):
“Coca”, “La llama blanca” y el que da título a esta
colección de cuentos, donde apreciamos que se
desarrolla, con sus niveles y particularidades, el
tema de la venganza. Escajadillo apunta que esta
especie de “revancha cobrada” por el indio a su
opresor hispano se plantea en forma explícita
únicamente en “La venganza del cóndor”, y
parcialmente en “Coca”. Sin embargo, asumimos
que este tópico de la venganza también se evidencia
en “La llama blanca”, aunque en forma implícita y a
partir de una tensión en el campo de lo cognoscitivo.
Hay algunos hechos en estos cuentos que, a
priori, podríamos catalogar de fantásticos: el
supuesto secreto pacto entre el indio y el cóndor para
desbarrancar de los cerros a los opresores de la “raza
vencida”, el efecto nocivo de la coca para el
descendiente del conquistador, que lo conducirá a la
muerte, y la capacidad de “los que no supieron
sublevarse” de traer de la muerte a un animal
vinculado con la deidad pagana de la Luna.
¿Estamos ante cuentos fantásticos? Todorov nos
muestra con bastante lucidez la gran paradoja del
efecto fantástico en literatura:
Si algunos acontecimientos del universo de
un libro se dan explícitamente como
imaginarios, niegan, con ello, la naturaleza
imaginaria del resto del libro. Si tal o cual
aparición no es más que el producto de una
imaginación sobreexcitada, es porque todo
lo que la rodea pertenece a lo real. Lejos de
ser un elogio de lo imaginario, la literatura
fantástica presenta la mayor parte del texto
como perteneciente a lo real, o, con mayor
exactitud, como provocado por él, tal como
un nombre dado a la cosa preexistente.
(Todorov, 1980, p. 130)
Creemos que esta cita es muy interesante para
analizar el problema en torno al “caso” García
Calderón: si, dentro de nuestras posibilidades de
lector, separamos lo “fantástico” de lo “no
fantástico” en los cuentos en mención, aquellas
partes que podríamos denominar veristas (en
especial relacionadas con la descripción del mundo
andino y del indio) son definitivamente falsas desde
una perspectiva sociológica; desde una perspectiva
literaria, en cambio, se enmarcan en una tradición de
linaje romántico –que heredó el modernismo– donde
lo exótico entraba en conjunción con lo misterioso,