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Aguilar, E. (2022). Tierra Nuestra, 16(1), 49-59. DOI. https://doi.org/10.21704/rtn.v16i1.1898
Enero - Junio 2022
ser superada por los otros animales, de modo que
generalmente termina pagando por sus pecados y
torpezas. (Van Kessel, 1994, p. 233)
Consideramos que la presencia del zorro bribón en
la tradición oral andina se representa en la gura
del zorro Antonio2, sobrino de Reynaldo, el cual es
el resultado del encuentro, la fusión entre la cultura
andina y la occidental. En consecuencia, el zorro en
la tradición oral andina presenta también una actitud
ambivalente: por un lado, cumple una función sacra;
y, por el otro, una actitud bribona. Ahora bien, en
«Oshta y el duende», Carvallo recurre al tipo de zorro
bribón y torpe, pues el protagonista Oshta resulta más
astuto que dicho animal.
En efecto, el cuento de Carvallo (1994) cumple
con la función moralizadora: «Igual que en las
fábulas de Esopo, el zorro andino aparece también
como ejemplo, para avisarnos a ser prudentes. Sus
fechorías nos sirven de buen consejo frente al mal
comportamiento de los humanos y también para
enseñarnos un buen comportamiento» (p. 236). Por
ello, es muy recurrente este tipo de personaje que se
enfrenta al humano. Esta enemistad entre el zorro
y el hombre se puede rastrear en el Manuscrito de
Huarochirí (1607):
En el texto se registran datos del Perú antiguo
y se describe la participación del zorro en la
conformación del universo andino. Cuniraya
Viracocha buscaba a Cavillaca, se encuentra con
el animal y le pregunta por su amada: «El zorro le
dijo que ella ya iba lejos y que no iba a alcanzarla.
Entonces le dijo Cuniraya: “Aunque andes a
distancia, los hombres llenos de odio, te tratarán
de zorro malvado y desgraciado; […]. (Taylor,
1987, citado por Luque y Pérez, 2013, p. 81).
En este fragmento, se aprecia la maldición hacia el
zorro. Esto permite a Carvallo la recreación de este
personaje maldecido. Tal maldición representa la
inuencia de la cultura occidental en la cosmovisión
andina. Por consiguiente, la ambivalencia del
personaje zorro convive en la tradición oral andina.
Debido a ello, la gente de los Andes no se indigna ni
le arrebata al zorro las presas que come del ganado de
la comunidad, pues pervive en ellos el sentido sacro
del zorro. Al respecto, Van Kessel (1994) anotó el
siguiente consejo de Pablo Choque:
No hay que odiar al zorro. Cuando se le sorprende
2 Miria Luque Arias (2013), con respecto a los nombres
del zorro andino, aseveró lo siguiente: «[…] posee varios
nombres Atuku, Pascual, Martín, Antonio, Lari y otros» (p.
81). Por otro lado, Van Kesell (1994) anotó los siguientes:
«Antonio, llamado también Tiwula, Atoq, Camaque, Lari
(música), Larita (tío o cuñado por parte de la mujer),
Chumpiponcho (con poncho rojo), Suwa (ladrón) o tío, tiene
un carácter maligno, vengativo y peligroso» (p. 234). En el
cuento analizado, Carvallo simplemente utiliza el genérico
zorro.
devorando una alpaquita hay que dejar no más
que se la coma, porque sabe pedir a Dios para que
incremente su rebaño. Cuando se la quita sabe
vengarse. También hace invocaciones, pero para
que se termine el rebaño. Por eso cuando por un
descuido hemos dejado un animalito en el campo
no nos enojamos con el zorro y dejamos no más
que se lo devore y no se lo quitamos. Cuando está
caminando por el campo no hay que molestarle,
ni reprenderle, porque el animal es del achachila
[Espíritu guardián de las montañas]. (p. 235)
Este consejo reeja la sacralidad del zorro en el
mundo andino. Asimismo, Van Kessel (1994) dio
cuenta de antiguas costumbres en la comunidad
aymara Ajani (Puno, Perú) a través del testimonio de
la pastora Valentina Choque Cáceres:
En la killpa (la marcación del ganado), para el
zorro hay que marcarle su ganadito, el regalito
de un animalito. Dicen que este ganado sabe
reproducirse bastante. Entonces el zorro ya no
sabe molestar al rebaño, mas al contrario sabe
proteger, defender, porque sabe que en el rebaño
está su ganado conseguido. (p. 235)
En «Oshta y el duende», Carvallo a todas luces recurre
a la imagen del zorro «astuto», bribón, que quiere
arrebatar sus ovejas a Oshta a través del engaño. Este
tipo de zorro presenta dicho comportamiento debido
a la maldición, tal como se indica en la tradición
registrada en el Manuscrito de Huarochirí: «El zorro
es porado, ingenuo, estúpido, voraz, intruso. Por
eso, su destino, es el castigo a que fue condenado
desde los tiempos originarios, según el mito de
Huarochirí. Sus robos y sus romances siempre en
casa ajena suelen terminar mal» (Van Kessel, 1994,
p. 237). De este modo, en la representación del
cuento de Carvallo, el zorro ha perdido la sacralidad,
pues presenta características tales como la picardía,
el embuste y la bribonería del emblemático zorro —
medieval europeo— Reynaldo.
5. La desacralización del puma
Otro antagonista del cuento es el puma, animal
considerado también sagrado en la cosmovisión
andina. Estermann (1998) con respecto a este
animal indicó: «El jaguar o puma («sintiru» o puma)
nalmente es el animal que «protege» el paso del
kay pacha, en el sentido de “sierra”, a uray pacha,
en el sentido de selva. Por su fuerza y velocidad, los
Incas lo veneraron como sagrado» (1998, p. 171).
Millones y Mayer (2012), al referirse al Manuscrito
de Huarochirí, aseveraron lo siguiente:
La intervención del felis concolor [puma] en
la historia sagrada de Huarochirí sigue siendo
importante. Cuando ocurrió una de aquellas
destrucciones periódicas de la humanidad