Inuencia de los procesos cognitivos en la intención de segregar residuos sólidos, según género de estudiantes universitarios
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Julio - Diciembre 2022
1. Introducción
La segregación de residuos sólidos es una de las
actividades principales en el cuidado del ambiente
y surge como respuesta ciudadana ante la excesiva
generación de basura que deteriora el planeta (Díaz
et al., 2004). Esta se debe al aumento del consumo de
bienes de las personas (Muñoz y Bedoya, 2019). Por
ello, actualmente se genera un kilogramo de basura
diario por persona. Esta es una cifra elevada si se
considera que la población mundial asciende a 6700
millones de personas aproximadamente. Además,
se estima que, en el 2050, los desechos crecerán en
70% a nivel mundial respecto de los niveles actuales
si no se adoptan acciones para frenarlo; es decir, que
de 2010 millones de toneladas registradas en el 2016
aumentaría a 3400 millones (Banco Mundial [BM],
2018).
En el caso particular del Perú, se generan 19000
toneladas de desechos diariamente, de las cuales el
18.7% de residuos municipales son segregados y
posteriormente reaprovechados; pero solo el 1.9% se
logra recuperar (Ministerio del Ambiente [MINAM],
2018). Los residuos restantes son arrojados a rellenos
sanitarios y botaderos informales. Ello empeora los
niveles de contaminación y se convierte en un riesgo
para la salud de la población (Andina, 2018).
Por otro lado, la Ley General de Residuos Sólidos
(Ley 27314) se encarga de la regulación de todos los
procesos involucrados en lograr esta recuperación
(Programa de Política y Gestión Ambiental de la
Sociedad Peruana de Derecho Ambiental, 2009).
Para ello, se debe iniciar con la correcta segregación
de los residuos; es decir, separarlos según el tipo
de material reciclable al que pertenezcan. De esta
manera, se puede lograr posteriormente un efectivo
reaprovechamiento de estos residuos (MINAM,
2016).
Además, se debe identicar correctamente los
colores de los tachos de residuos correspondientes a
cada material (Instituto Nacional de Calidad, 2019).
De este modo, nalmente los residuos como el
papel, el plástico, el vidrio y los metales pueden ser
reciclados; y los residuos orgánicos, reaprovechados
en compostaje (Huamaní et al., 2020). De esta manera,
se intenta lograr la disminución de los desechos para
mitigar las consecuencias negativas de esta amenaza
(Solís, 2015).
En ese sentido, para contribuir signicativamente
a estas acciones ambientales y generar nuevas
herramientas que las potencien, el Estado, las
instituciones y la ciudadanía deben estar involucrados.
En particular, las universidades, al ser instituciones
educativas y formadoras, tienen la oportunidad de ser
ejemplo de programas de sensibilización efectivos
que aumenten la segregación de residuos sólidos,
y, por ende, el comportamiento ambiental. Para que
estos programas logren un impacto positivo mayor,
se deben conocer con más detalle los factores que
inuyen en este comportamiento (Stakeholders,
2018). Esto se debe a que se puede contribuir con
soluciones a problemas ambientales analizando el
comportamiento e investigando la inuencia de sus
factores (Machicao, 2012).
Se precisa que el comportamiento se reere al
proceso en el cual, al seleccionar y utilizar experiencias
o ideas, se logra satisfacer una necesidad y generar
impacto tanto en la persona como en la sociedad. Los
factores que inuyen en este comportamiento son
psicosociales, cognitivos y sociodemográcos.
Los factores psicosociales, por un lado, se
relacionan con la responsabilidad frente a la acción, la
percepción de control, actitudes, creencias y valores.
Por otro lado, los factores cognitivos se relacionan
con el proceso en el que, a través del aprendizaje y las
experiencias, se forman las creencias en la persona
de si puede ser afectado por una amenaza ambiental
y si tiene la capacidad de realizar acciones para
solucionarlo (Aguilar, 2006).
Para una mejor comprensión de los factores
cognitivos, la teoría de la motivación a la protección
los explica del siguiente modo: la persona recibe
información de fuentes ambientales e interpersonales
para posteriormente iniciar el proceso cognitivo.
En este proceso, se consideran dos dimensiones:
la evaluación de la amenaza, en la cual la persona
determina el nivel en el que le afecta esta amenaza; y
la evaluación del afrontamiento, en la que la persona
determina si puede enfrentar esta amenaza. Al evaluar
ambas dimensiones, se genera la motivación a la
protección contra la amenaza; y posteriormente, las
acciones para enfrentarla (Castro et al., 2017).
Finalmente, entre los factores sociodemográcos
se consideran la edad, el nivel educativo, el nivel
de ingresos y el género. Respecto de este último, el
género es uno de los factores que tiene mayor impacto
en el comportamiento ambiental, pues tendría un
efecto signicativo en la relación entre los factores
cognitivos y la intención de segregar los residuos
sólidos. Por ello, el género puede considerarse como
un factor moderador del proceso cognitivo para
obtener un comportamiento ambiental al inuir en
la intensidad o estructura del modelo. Al no ser un
factor de procesamiento, se puede concluir que no
tiene una inuencia directa sobre el comportamiento
(Díaz et al., 2004).
Al estudiarse el género como factor del
comportamiento ambiental; se determinó que las
mujeres tienen mayores conocimientos, actitudes e
intención de proteger el ambiente (Naciones Unidas
[NU], 2021). Además, al realizar la segregación de
residuos sólidos, tienen un mayor nivel de acierto al
seleccionar el contenedor especíco para cada tipo de
residuo; y expresan, frente a los hombres, mayores
armaciones sobre la crisis ecológica (Romeo et al.,