Lo fantástico y lo maravilloso en cuatro cuentos de Abraham Valdelomar
The fantastic and the marvelous in four short stories by Abraham Valdelomar
DOI: https://doi.org/10.21704/rtn.v17i1.2025
©El autor. Este artículo es publicado por la revista Tierra Nuestra del Departamento Académico de Ciencias Humanas de
la Facultad de Economía y Planicación, Universidad Nacional Agraria La Molina. Este es un artículo de acceso abierto,
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Forma de citar el artículo: Vega, N. (2023). Lo fantástico y lo maravilloso en cuatro cuentos de Abraham Valdelomar.
Tierra Nuestra, 17(1), 79-89. https://doi.org/10.21704/rtn.v17i1.2025
Nehemías Vega Mendieta1*
1Universidad Nacional Agraria La Molina, Lima, Perú.
* Autor de correspondencia: nvega@lamolina.edu.pe
* https://orcid.org/0000-0002-3559-1280
Recibido: 26/01/2023; Aceptado: 10/05/2023; Publicado: 26/06/2023
Resumen
El presente texto busca analizar la narrativa fantástica de Abraham Valdelomar, autor que a pesar de ser
considerado como uno de los fundadores del cuento peruano moderno todavía no ha sido plenamente estudiado
y la mayoría de trabajos sobre su obra repite tópicos y clasicaciones comunes de sus cuentos. Muchos de los
críticos que han tratado la obra de Valdelomar se han centrado en los llamados cuentos criollos y poco se han
dedicado al estudio de sus cuentos fantásticos y maravillosos. Nuestro artículo se centrará en el análisis de
cuatro cuentos, en los cuales trataremos de diferenciar lo fantástico y lo maravilloso. Los cuentos escogidos
son “Finis desolatrix veritae”, “El Hipocampo de oro”, “Hebaristo, el sauce que murió de amor” y “El beso de
Evans”.
Palabras clave: Valdelomar, fantástico, maravilloso, cuento
Abstract
The present text seeks to study the fantastic narrative of Abraham Valdelomar, author who in spite of to be
considered one of the founders of the Peruvian story still has not been fully studied and the majority of works
repeats topics and common classications of his stories. Many of the critics who have treated Valdelomars
work have centred on his creole stories and they have dedicated little to the study of his fantastic and wonderful
stories. Our article will centre on the analysis of four stories, on which we will try to dierentiate the fantastic
and the wonderful. The select stories are “Finis desolatrix veritae”, “El Hipocampo de oro”, Hebaristo, el
sauce que murió de amor” and “El beso de Evans”.
Key words: Valdelomar, fantastic, marvelous, short story
Tierra Nuestra 17(1): 79-89 (2023)
Tierra Nuestra
ISSN 2519-738X (En línea), ISSN 1818-4103 (Impresa)
https://revistas.lamolina.edu.pe/index.php/tnu
ARTÍCULO ORIGINAL –RESEARCH ARTICLE
Lo fantástico y lo maravilloso en cuatro cuentos de Abraham Valdelomar
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Enero - Junio 2023
1. Introducción
La obra de Abraham Valdelomar ha transitado por
varios géneros y en cada uno de ellos ha dejado
valiosos aportes, pero, a pesar de que es considerado
como parte del canon literario peruano, los estudios
críticos que se han realizado sobre su obra en nuestro
país no han sido orgánicos, pues lo que se encuentra
sobre su producción literaria son libros o artículos
que se centran en una parte de su obra creativa, textos
que, sobre todo, inciden en su narrativa corta y en
particular en los llamados cuentos criollos.
La clasicación que se ha realizado sobre sus
cuentos se ha venido repitiendo con poco aporte
crítico y teórico sobre ellos. Muchos de sus relatos
aparecen encasillados y de manera inamovible en
categorías que los antologadores y críticos han
realizado de manera mecánica sin una revisión
teórica previa. Frente a ello, el presente estudio
incidirá en los cuentos fantásticos y maravillosos del
autor pisqueño.
La hipótesis que se pretende demostrar es
que de los cuatro cuentos que se van a analizar,
“Finis desolatrix veritae”, “El Hipocampo de oro”,
“Hebaristo, el sauce que murió de amor” y “El beso
de Evans”, solo este último pertenece a lo fantástico.
Los demás cuentos pertenecen a lo maravilloso o a
una tendencia realista. Nuestra intención es refutar
algunos juicios críticos que no han sido exhaustivos
al analizar los cuentos valdelomarianos y que han
aplicado la categoría de lo fantástico sin hurgar en la
teoría respectiva.
En la mayoría de las antologías de cuentos de
Valdelomar, aparecen dos cuentos que guran de
manera recurrente como cuentos fantásticos; hablamos
de “El Hipocampo de oro” y “Finis desolatrix
veritae”, aunque estos no se sujeten totalmente al
género, pues la presencia de un hecho sobrenatural
no garantiza la pertenencia a lo fantástico. Por ello,
se tratará de dilucidar si estos relatos mencionados,
así como a “Hebaristo, el sauce que murió de amor” y
“El beso de Evans” pertenecen al discurso fantástico
o a lo maravilloso.
Para realizar el presente trabajo, se ha utilizado
la edición de Ricardo Silva-Santisteban editada por
Ediciones Copé, la cual consta de cuatro tomos. En el
tomo 2, se encuentra la obra narrativa del autor de “El
Caballero Carmelo”.
2. Marco teórico y metodología
Para analizar los textos de Valdelomar, primero se
denirá los conceptos de fantástico y maravilloso a
partir de las propuestas teóricas de Tzvetan Todorov
y David Roas. Y luego se aplicará el método
hermenéutico en el análisis de los cuentos.
2.1 Todorov y su propuesta de lo fantástico
El crítico Tzvetan Todorov plantea en su Introducción
a la literatura fantástica (1982) que lo fantástico
radica en la vacilación experimentada, por el
personaje y por el lector implícito, sobre si los
hechos experimentados (personaje) y relatados
(lector implícito) respectivamente son o no reales.
Es decir, ante la ocurrencia de un hecho imposible
que contraviene las leyes del mundo real, el personaje
vacilará entre dos explicaciones: una donde asuma
que tal hecho solo es una ilusión de los sentidos,
y por lo tanto las leyes de su mundo se mantienen
inalterables; y otra en la cual se asuma que el suceso
ocurrió realmente y forma parte de la realidad, lo
que llevaría a pensar que la realidad está gobernada
por leyes desconocidas. En esta incertidumbre, radica
lo fantástico. En el momento que se decide por una de
las explicaciones, lo fantástico habrá desaparecido y
se ingresará en otros campos vecinos: lo extraño y lo
maravilloso.
Para Todorov, lo fantástico se dene en relación
con lo extraño y lo maravilloso, a diferencia de otros
autores como Caillois y Vax, quienes plantean que
lo fantástico es la ruptura del mundo real por un
hecho sobrenatural que transgrede sus reglas. Las
tres condiciones que propone el crítico francés para
que un texto sea fantástico son las siguientes: a) El
texto debe obligar al lector a considerar el mundo de
personajes como un mundo de personajes reales y a
vacilar entre una explicación natural o sobrenatural
de los hechos evocados. b) La vacilación también
debe ser sentida por el personaje. El papel del lector
está conado a un personaje y, además, la vacilación
está representada y es uno de los temas de la obra.
c) El lector debe adoptar una determinada actitud
frente al texto y deberá rechazar una interpretación
alegórica o una interpretación poética.
Para el investigador, la primera y tercera
condiciones son obligatorias, la segunda puede que
no se cumpla. El lector implícito y el personaje
decidirán, al nal de la obra, si lo narrado proviene
o no de la realidad. En todo caso, es el lector, aun sin
que el personaje lo haga en la narración, quien tomará
la decisión de aceptar una solución, saliendo de esa
manera de lo fantástico. Si opta por una solución
donde las leyes de la realidad siguen inalterables y
permiten explicar el hecho, entonces la obra pertenece
al ámbito de lo extraño. Si asume que el hecho tiene
una explicación sobrenatural que implicarían nuevas
leyes para la realidad, el texto pertenecerá al género
de lo maravilloso:
Vimos que lo fantástico no dura más que el
tiempo de una vacilación: vacilación común al
lector y al personaje, que deben decidir si lo que
perciben proviene o no de la “realidad”, tal como
existe para la opinión corriente. Al nalizar la
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historia, el lector, si el personaje no lo ha hecho,
toma sin embargo una decisión: opta por una
u otra solución, saliendo así de lo fantástico.
Si decide que las leyes de la realidad quedan
intactas y permiten explicar los fenómenos
descritos, decimos que la obra pertenece a otro
género: lo extraño. Sí, por el contrario, decide
que es necesario admitir nuevas leyes de la
naturaleza mediante las cuales el fenómeno
puede ser explicado, entramos en el género de lo
maravilloso. (Todorov, 1982, p. 53)
El aporte más importante de Todorov es la
distinción entre lo extraño y lo maravilloso para
explicar lo fantástico. Sostiene que lo fantástico es
un género dependiente y evanescente, situado en el
límite de dos géneros: lo maravilloso y lo extraño. Lo
fantástico es comparado con el tiempo presente, un
puro límite entre el pasado y el futuro, mientras que lo
maravilloso corresponde a un fenómeno desconocido,
todavía no visto, es decir, pertenecería al futuro;
mientras que lo extraño, el hecho sobrenatural
es reducido a hechos conocidos y pertenecería al
pasado. Luego, Todorov plantea subdivisiones
entre lo fantástico, lo extraño y lo maravilloso, y
menciona ejemplos de relatos en los cuales el hecho
sobrenatural, al nal de la historia, presenta una
explicación racional y, por lo tanto, corresponderían
a lo fantástico extraño. Si el hecho sobrenatural, al
nal de relato, no presenta explicación racional, sino
que se acepta tal hecho, entonces, el cuento se hallaría
en el subgénero de lo fantástico maravilloso. Por lo
tanto, en los subgéneros de lo fantástico extraño y de
lo fantástico maravilloso se insertarían narraciones
donde la vacilación se mantiene hasta el nal, lugar
de la narración donde la duda se desvanecería y el
relato pertenecería a lo extraño o lo maravilloso.
Pero, según nuestro parecer, lo fantástico extraño
realmente no sería fantástico, pues, al nal del relato,
lo sobrenatural tendría una explicación racional
y se quedaría en el ámbito de lo extraño; y en lo
fantástico maravilloso, al término del relato, el hecho
sobrenatural no tendría una explicación racional y el
lector asumiría la existencia de lo fantástico como
posible en un mundo como el nuestro, por lo tanto, los
relatos de este tipo serían fantásticos. El problema
con la propuesta de Todorov es que basa lo fantástico
en la vacilación o la duda del lector implícito, el
narrador o el personaje, elemento que solo explicaría
algunos textos, sobre todo, los relatos fantásticos del
siglo XIX, pero que no sería suciente para explicar
narraciones fantásticas del siglo XX, en las cuales
el hecho sobrenatural o imposible es evidente y no
hay duda de su presencia u ocurrencia, como se
presenta en La metamorfosis. La vacilación, por lo
tanto, no puede ser tomada como una característica
determinante para distinguir la fantasticidad de un
texto narrativo.
2.2 Propuesta de David Roas
David Roas, en su libro antológico Teorías de lo
fantástico (2001), plantea como rasgos del relato
fantástico las siguientes características. Para que
un relato sea fantástico, la presencia de un hecho
sobrenatural es una condición necesaria. Este
implica una transgresión de las leyes que organizan
el mundo real y supone una amenaza a la realidad,
pues la existencia de lo imposible conduce a dudar
de nuestra realidad y a pensar en otra diferente. La
segunda condición es que la transgresión que dene
lo fantástico solo se puede producir en narraciones
ambientadas en nuestro mundo, en relatos donde el
narrador representa un mundo semejante al del lector.
Por lo tanto, la historia narrada deberá ser contrastada
con nuestra realidad para poder determinar si se
inscribe o no dentro del discurso fantástico; la
realidad representada en el texto entra en relación
con lo real extratextual, es decir, nuestra realidad.
Frente a la vacilación planteada por Todorov, Roas
sostiene que lo fantástico no se dene como una
duda que el lector implícito debe resolver, pues esto
solo se cumple en algunos relatos, por el contrario,
hay narraciones en los cuales la evidencia del hecho
fantástico es innegable. Un tercer rasgo es que
el relato fantástico se caracteriza por su marcado
realismo. El efecto de realidad que se construye
en el relato fantástico es igual o superior que el
representado en una narración realista, pues el efecto
producido por el hecho sobrenatural será mayor en el
lector cuando este irrumpa en un mundo semejante al
nuestro. El cuarto rasgo, que rechaza Todorov en su
libro, es el miedo. Roas lo rescata como un elemento
importante; el miedo, no en el sentido de susto, sino
en el sentido de inquietud, de extrañamiento, una
reacción de amenaza frente a lo desconocido, frente
a lo fantástico. El crítico español aclara y mejora las
propuestas del crítico francés. Además, menciona
que entre lo fantástico y lo maravilloso la división no
es tan clara, pues hay narraciones que están a medio
camino entre ambos géneros (p. 12) y menciona
dos formas híbridas: el realismo maravilloso y lo
maravilloso cristiano.
2.3. Requisitos de lo fantástico
A partir de las lecturas previas de Todorov, Roas y
otros, proponemos que para que una narración sea
considerada fantástica debe cumplir los siguientes
requisitos (Vega, 2017):
La presencia de un elemento sobrenatural: el
relato fantástico debe presentar un elemento, hecho
o ser sobrenatural, que transgreda las leyes que rigen
la realidad, cuya presencia represente un conicto
entre lo posible y lo imposible dentro del mundo
representado. Este se maniesta como un choque
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de dos órdenes: lo real y lo sobrenatural. El término
sobrenatural se utiliza en el sentido de que excede
los límites de lo real, es decir, que está fuera de ella,
es lo imposible. Roas plantea que la esencia de toda
narración fantástica es la confrontación problemática
entre lo real y lo imposible (2011, p. 14). El hecho o
ser fantástico se dene en conicto y contraste con
la realidad del mundo representado, pues supone una
ruptura o transgresión de las leyes físicas que rigen
nuestro mundo.
El marcado realismo o hiperrealismo del
mundo representado: en las narraciones fantásticas,
el mundo representado debe ser semejante al del
lector, es decir, es un mundo conocido por todos, un
mundo regido por las reglas de la realidad cotidiana.
Distinguiremos aquí dos tipos de realidad según
Botton Burlá (1994): a) Realidad externa: es la del
mundo objetivo, la realidad cotidiana o realidad
cientíca (o como la llama Vargas Llosa la “realidad
real”). b) Realidad interna: es la del mundo del texto,
que presenta su propia objetividad que puede ser
diferente a la de la realidad real.
Lo importante es que conserve su coherencia
interna, es decir, su congruencia particular. Si
dentro del mundo que presenta el relato aparece una
ruptura de esa congruencia particular, aparece lo
fantástico. Lo fantástico surge para destruir nuestra
concepción de lo real e instalarnos en la inestabilidad.
No ocurre así en los cuentos maravillosos ni en los
de ciencia cción, que no corresponden a nuestra
realidad real, pero que siguen sus propias reglas y
hay una coherencia interna propia de esos textos. Lo
fantástico solo funciona al ser insertado en un mundo
semejante al nuestro, plasmado en sus mínimos
detalles y mediante el uso de técnicas que busquen
la verosimilitud para que el lector se convenza de
estar en un mundo representado que es idéntico al
que vive. Este hiperrealismo es muy importante para
que, al aparecer lo fantástico, se produzca el efecto
de extrañamiento y miedo en el personaje y el lector
implícito.
La presencia del miedo: Todorov negó en sus
condiciones de lo fantástico la presencia del miedo
como elemento constituyente de lo fantástico, aunque
lo reconoce como un efecto ligado a la función
pragmática del relato fantástico; en cambio, había
resaltado la vacilación como parte importante de lo
fantástico. Esta vacilación o duda se produce en el
lector y el protagonista del relato y es el lector el
que decidirá, fuera del texto, si hay una explicación
frente la irrupción de lo fantástico. Según nuestra
perspectiva, más que hablar de vacilación, que es un
efecto extratextual, pues es una reacción del lector,
que puede ser compartida por los personajes del
relato, debemos hablar de la ambigüedad propia o
inmanente de algunos relatos, en los que es difícil
determinar a partir del texto si estamos o no ante
un hecho fantástico, tal como ocurre en Otra vuelta
de tuerca de Henry James o en “Los jacarandás” de
Ribeyro.
Por otro lado, el miedo puede ser considerado como
parte constituyente de lo fantástico, efecto que ya ha
sido tomado en cuenta por Lovecraft en El horror
en la literatura (2002), también por Vax, Caillois y
rescatado por Roas. Vax lo denomina estremecimiento;
Caillois lo llama terror sobrenatural; mientras que
Roas lo nombra miedo metafísico. Con respecto a la
diferencia entre miedo físico (o emocional) y miedo
metafísico (o intelectual), Roas indica que el miedo
físico es el que produce la amenaza física, la muerte
y lo materialmente espantoso, que se puede hallar
en las narraciones fantásticas y otras narraciones;
es compartido por los personajes y el lector. En
cambio, el miedo metafísico es propio y exclusivo
de lo fantástico y atañe directamente al receptor,
aunque puede ser experimentado por los personajes.
Este miedo se produce cuando nuestras convicciones
sobre lo real dejan de funcionar (Roas, 2011, p. 96). El
miedo metafísico es el que constituye a lo fantástico,
pues el personaje o los personajes experimentarán
este miedo ante la presencia de lo fantástico. Este
miedo metafísico se puede relacionar con lo siniestro,
lo ominoso o el sentimiento de extrañeza planteado
por Freud (1992 [1919]).
La negatividad de lo fantástico: lo fantástico es
una transgresión de las leyes que organizan nuestro
mundo y constituye una amenaza a la idea de realidad
de los personajes e incluso a su propia existencia.
Nada queda igual tras la irrupción de lo fantástico,
si este no causa la locura, la desaparición o perdición
del protagonista, al menos lo deja en un estado de
perplejidad o extrañeza, pues su mundo ha sido puesto
en cuestionamiento. En los relatos maravillosos, tras
una lucha de las fuerzas del bien y del mal, las cosas
vuelven a su orden y el bien triunfa, es decir hay
un desenlace “feliz”; en cambio, en las narraciones
fantásticas, el orden de las cosas se altera, nada queda
igual y generalmente se produce un desenlace fatal
para el protagonista o su idea de realidad queda
subvertida, tal como plantea Caillois (1970, p. 11).
El efecto negativo de lo fantástico se puede manifestar
mediante la locura, la condenación del alma o la
muerte del personaje, o por la perplejidad, la angustia
o extrañeza frente al trastrocamiento de las leyes de
la realidad. Los personajes que sobreviven al hecho
o fenómeno sobrenatural quedarán sumidos en un
estado de extrañamiento, extrañeza o angustia, pues
la realidad presenta suras en las que se atisba una
otredad amenazadora.
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3. Revisión bibliográca
Algunos críticos han realizado algunas clasicaciones
de los cuentos de Valdelomar y aquí nos centraremos
en los cuentos fantásticos.
En la “Nota bibliográca” del libro Valdelomar.
Cuento y poesía (1959), Augusto Tamayo Vargas
realiza una rápida mirada por los géneros trabajados
por Valdelomar y con respecto a su narrativa
menciona la inuencia de autores como D’Annunzio,
Edgar A. Poe y Henry James. Sobre los cuentos que
nos interesan, hace alusiones breves a “El beso de
Evans”, “Finis desolatrix veritae” y “El Hipocampo
de oro”. Sobre los dos primeros cuentos mencionados
dice lo siguiente:
La primera aplicación de la técnica del cuento la
realiza Valdelomar en “El Beso de Evans” que
subtitula “cinematográco” y que publica en
Balnearios −13 de agosto de 1911−. La ironía de
Valdelomar nos presenta un amor entre la tierra
y el cielo, con aquel nal melancólico de Evans
cuando aprecia la traición de la amada desde su
lugar entre los ángeles. Puede vincularse este
cuento a “Finix Desolatrix Veritae” (sic), sólo que
en éste la visión escéptica del mundo y del más
allá adquiere una mayor acentuación aictiva,
desesperada, o mejor dicho desesperanzada. Dos
cuerpos peregrinos en la otra vida se quejan de
la desolación de la nada y cuando uno de ellos
expresa su conanza en Cristo, el otro responderá
que él es Cristo sumergido en la misma oscuridad
nal. Esta presencia de la muerte denitiva y
cruel tiene algunas reminiscencias de Manuel
González Prada y anticipo de la poesía de César
Vallejo. (Tamayo, 1959, p. 22)
Tamayo Vargas se centra en el aporte técnico
al cuento que signicó “El beso de Evans”, pues
incluía elementos del guion cinematográco, y sobre
“Finis desolatrix veritae” resalta la visión escéptica
que irradia el cuento. Lo interesante es que liga los
dos cuentos por la temática religiosa, pues presentan
elementos cristianos, aunque con ciertas diferencias
que mencionaremos más adelante. Y sobre “El
Hipocampo de oro” menciona:
Es este último un cuento aparecido en la revista
Stylo, el de abril de 1920 constituyendo una
de las más importantes producciones aparecidas
después de la muerte de su autor. Coincidiendo con
José Jiménez Borja, Luis Fabio Xammar señalaba
“El Hipocampo de Oro” como la culminación de
su maestría literaria, especicando que “armoniza
el lirismo de sus cuentos costeños, con la creación
puramente fantástica”. Y añade que: “vigilia y
sueño; realidad y fantasmagoría; son los polos
de este eje de milagrería”. Lucyle de Taylor en
su tesis: Teoría sobre el cuento y su aplicación
a los cuentos de Abraham Valdelomar, también
muestra su preferencia por “El Hipocampo de
Oro” al estudiar la maestría con que nuestro
autor aplicó la fórmula de Henry James al cuento
peruano. (p. 26)
Así basado en los juicios de otros estudiosos,
Tamayo señala la importancia de “El Hipocampo de
oro”, al cual considera como la cima de la producción
literaria de Valdelomar por sus rasgos formales y
temáticos.
Armando Zubizarreta en el prólogo de la
selección de los cuentos de Valdelomar publicados en
1969 por la editorial Universo dice lo siguiente sobre
los cuentos fantásticos:
Los cuentos fantásticos signican, en verdad,
una especie de última depuración de dos líneas,
la del cuento criollo y la del cuento decadentista,
es decir, en algún sentido, de los cuentos yanquis.
Establecer claramente esta categoría dentro
de su producción permite comprender cómo
Valdelomar está también presente, en alguna
medida, en la nueva perspectiva que empezó a
abrirse entonces, como ruta promisoria, para la
narrativa corta latinoamericana. (1969, p. 12)
Aquí el crítico reconoce la importancia de
Valdelomar como iniciador de la vertiente fantástica
en Latinoamérica que todavía en esa época era sólo
una promesa, según él. Luego, realiza un resumen de
los cuentos que considera fantásticos y menciona a
“Finis desolatrix veritae” y a “El Hipocampo de oro”.
En su Antología del cuento fantástico peruano
(1977), Harry Belevan inserta dos cuentos de
Valdelomar como fantásticos: “Los ojos de Judas”
y “Finis desolatrix veritae”. Aunque en el presente
texto no analizaremos “Los ojos de Judas”, que según
nuestro punto de vista es un cuento fantástico,
podemos incluir lo que plantea Belevan sobre este
cuento:
Es precisamente la perfecta amalgama de
un paisajismo vernacular y de un motivo
que llamaríamos universal, el rasgo más
característico de “Los ojos de Judas”, y el que
suscita los síntomas fantásticos que, en este
cuento, aoran por entre los intersticios de la
escritura y la descripción naturalistas de una
doble trama: por un lado, la visión premonitoria
de un niño, por otro, la negación del axioma de
“la maldad eterna” por la cual Judas se reivindica
de su humillante traición… Largas reexiones
embebidas de melancólicos recuerdos de infancia
van dando pie a un personaje espectral, “la
señora blanca”, a partir del cual la etérea realidad
ambiental del cuento, lejos de transformarse
se adueña irreductiblemente de los síntomas
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fantásticos, armándolos como rasgos naturales
de la anécdota. (1977: 74)
Estamos de acuerdo con lo planteado por Belevan,
pues en “Los ojos de Judas” se inserta lo fantástico
paulatinamente. Y sobre “Finis desolatrix veritae” se
mencionará su propuesta más adelante.
Ricardo González Vigil en Abraham Valdelomar
(1987) reconoce la importancia del escritor pisqueño
y sostiene que es el mayor cuentista peruano del
marco modernista-posmodernista por su versatilidad,
originalidad, expresividad y profundidad. Al hablar
sobre sus cuentos los clasica en los siguientes
tipos: exóticos, incaicos, yanquis, criollos, chinos,
fantásticos, humorísticos y cuasivanguardistas.
Dentro de lo fantástico sitúa a “El Hipocampo de
oro” y “Finis desolatrix veritae”, pero “El beso de
Evans” es incluido como cuento yanqui y “Hebaristo,
el sauce que murió de amor” se halla dentro de los
cuentos criollos.
En el tomo 2 de la edición de las Obras completas
(2001) de Abraham Valdelomar, el crítico Ricardo
Silva-Santisteban plantea una clasicación de la
narrativa del autor, en el que toma como base los
textos publicados en vida y sus proyectos literarios,
pero también el crítico agrega otras propuestas.
Así propone dentro de la narrativa valdelomariana:
“Cuentos exóticos”, “Novelas cortas”, “Cuentos
criollos”, “Cuento cinematográco”, “Cuentos
yanquis”, “Cuentos chinos”, “Cuentos humorísticos”,
“Los hijos del Sol”, “Cuentos fantásticos” y “Esbozos
y fragmentos”. Dentro de los cuentos fantásticos,
incluye “Finis desolatrix veritae” y “El Hipocampo
de oro”. “El beso de Evans” aparece bajo el rubro
de cuento cinematográco y “Hebaristo, el sauce
que murió de amor” está incluido dentro de los
cuentos criollos. Lamentablemente, no hallamos
ningún juicio crítico sobre los cuentos mencionados
y Silva-Santisteban sólo se dedica a mencionar los
importantes datos bibliográcos de las primeras
publicaciones. Pero se observa que repite las
clasicaciones anteriores.
Carlos López Degregori analiza, en su artículo
“Abraham Valdelomar y lo fantástico: una identidad
esquiva” (2016), tres cuentos de este autor que
calica como fantásticos. Se trata de los relatos “Los
ojos de Judas”, “El beso de Evans” y “Finis desolatrix
veritae”. Sobre “Los ojos de Judas”, indica que es un
relato que diluye los límites entre lo autobiográco
y lo ccional, incluso plantea que es un relato de
aprendizaje, cuya narración se vincula al ritmo
musical del vaivén de las olas. Se aborda el tema de
la muerte, el cual se relaciona con el mundo del sueño
y las fronteras imprecisas de lo fantástico. Concluye
que el relato aborda el n de la inocencia y el ingreso
al mundo de los adultos. El crítico resalta el carácter
ambiguo del relato, pues el narrador protagonista
congura la trama de esa manera. Con respecto a “El
beso de Evans”, se alude a la estructura fragmentada
que preludia las rupturas vanguardistas y la dialéctica
con el cine. El cuento es el “relato de la ocupación
del otro que no somos para alcanzar una identidad”
(p. 98). Luego, nuevamente, el investigador vincula
la trama de los relatos con la biografía del autor, pues
sostiene que Valdelomar ocupa a Evans, como si el
personaje fuera el alter ego del autor. Por último, sobre
“Finis desolatrix veritae”, López Degregori propone
que presenta una carnavalización de la muerte y una
mirada escéptica frente a la existencia de Dios.
4. Resultados y discusión
4.1. “Hebaristo, el sauce que murió de amor”
Este cuento fue publicado por primera vez en Mundo
Limeño 12, el 18 de agosto de 1917 y luego formó
parte del conjunto de cuentos de El Caballero
Carmelo, que salió a la luz en 1918. El relato está
dividido en seis partes y cuenta la historia paralela
de Hebaristo, un sauce, y Evaristo Mazuelos, un
farmacéutico. El cuento es congurado por un
narrador heterodiegético, quien a lo largo de la
historia va comparando los rasgos y vivencias del
sauce Hebaristo y el farmacéutico Evaristo, dos
sujetos de existencia solitaria e intrascendente. A
ambos les atribuye rasgos de orfandad, soledad,
esterilidad y tristeza. El cuento tiene como núcleo
de la historia el enamoramiento de Evaristo, quien
se prenda de Blanca Luz (nombre sugerente debido
a la vida oscura y taciturna del farmacéutico), joven
a la cual idealiza e incluso dedica un poema, que
el narrador aprovechara para realizar una pequeña
crítica literaria. Lamentablemente, esta posible
relación no se llega a concretar, sumiendo a Evaristo
en la tristeza, mientras envejece, al igual que el sauce,
que también espera que sus ores sean fecundadas,
pero esto no ocurre y también envejece estéril.
El encuentro entre ambos se produce cuando el
farmacéutico, para aliviar sus penas, se sienta todos
los días bajo la sombra del solitario sauce, el cual
se acostumbra a su presencia, hasta que un día falta.
Y al nal ambos terminan unidos en la tumba, pues
Evaristo, el farmacéutico, muere y el ataúd en el cual
es enterrado está fabricado con la madera del viejo
sauce Hebaristo. El nal es humorístico y esto atenúa
lo misterioso y lo extraño del relato.
Al analizar al personaje de Evaristo Mazuelos, se
observa que este es un sujeto criollo, pues pertenece
a una clase provinciana emergente, tiene el ocio
de farmacéutico, pero lleva una vida anodina en un
pequeño pueblo. Se caracteriza por ser indiferente a
los problemas de los otros a quienes escuchaba, ya
que irónicamente trabaja en la botica El amigo del
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Vega, N. (2023). Tierra Nuestra, 17(1), 79-89. DOI. https://doi.org/10.21704/rtn.v17i1.2025
Enero - Junio 2023
pueblo. Su contraparte, el sauce Hebaristo, también
es un ser solitario, alejado de otros seres y que presta
su sombra de manera indiferente a los campesinos.
Se puede plantear que no estamos ante un cuento
fantástico, pues está más ligado a lo extraño, ya que,
en ningún momento, se percibe el hecho sobrenatural
o imposible que transgreda las reglas de nuestro
mundo, y los personajes no maniestan la duda o
extrañeza ante los hechos narrados. El paralelismo
entre el árbol y el farmacéutico es manipulado por
el narrador a partir del nombre que le da al sauce:
“Debía llamarse Hebaristo y tener treinta años, porque
había el mismo aspecto cansino y pesimista, la misma
catadura enfadosa y acre del joven farmacéutico de
El amigo del pueblo…” (Valdelomar, 2000, p. 200).
Y a lo largo del relato estos rasgos son presentados
de manera paralela para dar la idea de alma gemela
o quizás del doble, pero estas ideas sugeridas no se
perciben como parte de lo fantástico.
En cuanto a otro punto, podemos ver características
recurrentes de la estética de Valdelomar, tales como
el ambiente pueblerino o provinciano (que parece ser
Pisco, pues el narrador solo coloca la letra inicial P.)
de sus cuentos criollos, el momento crepuscular, el
panteísmo y la humanización de animales y plantas
que es ya común en los cuentos valdelomarianos. Al