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Aréstegui, C. (2023). Tierra Nuestra, 17(2), 132-144. DOI. https://doi.org/10.21704/rtn.v17i2.2042
Julio - Diciembre 2023
recrea la Lima real de la época, que abre innitas
posibilidades, innitos mundos posibles, en
palabras de Doležel. Estos personajes y esta
Lima —los objetos ccionales— se derivan de
la realidad, son «representaciones de entidades
realmente existentes» (p. 69). En este caso, un
particular ccional (cada uno de los personajes,
por ejemplo) representa un universal real (los
jóvenes limeños de la época). Los personajes
y los escenarios son posibles, sin dejar de ser
cción. Así, se retrata a un adolescente de la
época que podría ser casi cualquiera, bajo una
serie de temáticas más bien universales que
aparecen en ese periodo de la vida.
El Diccionario de la Lengua Española
(Real Academia Española, 2014), dene a la
adolescencia como el «período de la vida humana
que sigue a la niñez y precede a la juventud».
El término proviene del latín adolescens,
que signica «joven» y adolescere, «crecer»
(Hernández, 2011). No se le debe, entonces,
como se ha hecho comúnmente, vincular al
término «adolecer» o a la idea de la falta de
algo, sino verlo en su concepción original, que,
además, lleva implícito un proceso, el de crecer.
La adolescencia es un periodo de vulnerabilidad
y fragilidad por los cambios que durante ella se
experimentan. Marc Soriano, por otro lado, la
dene como «el estadio de las contradicciones»
(2001, p. 52), en tanto existe una lucha entre
la maduración y el despertar sexual con la
censura social; el conicto entre sentirse adultos
y niños a la vez; la búsqueda y la negación de
una exploración de experiencias homosexuales;
los roles y estereotipos de género; la crítica a
la sociedad y a los padres, en n, una etapa
de «fragilidad afectiva» (p. 53) que no es del
todo atendida, precisamente por tratarse de una
etapa volátil y contradictoria. A pesar de ello,
la adolescencia es una etapa de descubrimiento,
«el deseo, el amor, los otros y uno mismo, la
música y la poesía, el peso de la historia y la
evolución de las mentalidades, el pasado y el
porvenir, el patrimonio y la búsqueda» (p. 54)
son temas comunes a los adolescentes y que, al
incorporarse en la literatura, pueden satisfacer
sus necesidades sentimentales (Croce, como se
citó en Petrini, 1981). Continúa Petrini (citando
a Santucci) resaltando que no bastará entonces
con escribir bien para agradar a los niños, pues
será necesario crearse un estilo especial, con un
lenguaje propio, una sintaxis única que pueda
acomodarse a la realidad del niño (p. 79) o, en el
caso que nos compete, del adolescente. Pareciera
que Reynoso se hubiera inspirado en esta
denición del joven para crear a los personajes
de Los inocentes, pues son precisamente esas
características las más resaltantes y las que los
llevan a realizar las acciones que dan a conocer
los relatos.
La competencia del lector infantil y
juvenil puede y debe ser desarrollada a partir
de una comprensión de sus potencialidades,
necesidades e intereses (esto, tomando en
cuenta el lector modelo que se propone en Eco,
1993), pues la comunicación no se da sola y
únicamente en una dimensión lingüística, sino
también en una dimensión semiótica, en la
que el lector relacionará una serie de signos
que se complementarán (Eco, 1993). Si el
lector competente es análogo al lector modelo,
lector implícito, o lector ideal, no deberíamos
verlo como algo estático en el caso del lector
juvenil, pues está en constante formación, y su
competencia se convierte en algo sumamente
cambiante y que se enriquece en cada momento.
Si el lector infantil y adolescente se
“preocupa más del juego que del signicado”
(Cervera, 1992, p. 44), podemos extender ese
horizonte de expectativas y de experiencias
que propone Jauss (1989) a las formas —la
rima, el verso, el ritmo, el juego en general— y
plantear que por ahí se generará la identicación
del joven lector con el texto. La LIJ activa la
competencia de comprensión lectora del
usuario. Así, al momento de ser concebida, se
dirige a un lector con ciertas características de
literacidad, intereses, necesidades, etc.
3. Lenguaje y personajes en Los inocentes
Reynoso escribió Los inocentes en 1959. Era
presidente Manuel Prado Ugarteche, cuyo
gobierno sucedió al “Ochenio” de Odría.
Durante la década previa, se había impulsado un
fuerte gasto en obras públicas, lo cual se tradujo
en la construcción de puentes, hoteles, edicios