Arte, liberación y libertad estética: posibilidades y dicultades de una interpretación hermenéutica de la estética de
Schopenhauer.
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Julio - Diciembre 2023
voluntad de vivir10.
Por ello, la salida de Schopenhauer será, en
toda su obra, estética y ética, la salida ascética,
que es tematizada por el autor del MVR y que
comprende la negación de la voluntad de vivir
por medio del ascetismo practicado por los
budistas o los santos. Es dejada como una vía
especíca para quienes tienen ese carácter de
santidad y no para todos los seres humanos, ya
que se trata de una vía de negación más rotunda
que la que acontece en la experiencia estética
y en la vida ética; ahora bien, pese a ello, en el
fondo tampoco se lograría ganar a la voluntad en
ese ascetismo, ya que ella siempre gana; he ahí
el fatalismo de la vida, el pesimismo profundo
de Schopenhauer: la vida, la existencia, es un
fatalismo trascendental.
Sin embargo, en cuanto a la salida estética11,
puede considerarse que Schopenhauer valora
esta por sobre todas, tesis de lectura que es
compartida por Safranski (1991), pese a que en
muchas partes el autor del MVR pareciera armar
lo contrario. Es sabido que Schopenhauer fue un
gran admirador y amante del arte, sobre todo de
la poesía y la música: es cosa de recordar sus
menciones constantes a poetas romanos y a
Goethe, así como su fascinación por Rossini y
10 Respecto del suicidio y de la voluntad de vivir, puede
notarse que la salida de Schopenhauer (cf. 2003b) es
intermedia en comparación con las salidas del asunto
que ofrecen dos de sus discípulos indirectos: Nietzsche y
Mainländer. El primero apela a una armación de la vida:
pese a que esta sea una guerra constante, el hombre tiene
que amar su destino (cf. Nietzsche, 2004, pp. 25-38); el
segundo apela al suicidio como verdadera arma de negación
en contra de la voluntad de vivir, haciendo referencia que el
individuo siempre tiene latente en sí mismo una voluntad
de morir o voluntad de muerte (cf. Mainländer, 2011).
Schopenhauer aboga por un punto medio: no se arma
la vida, pero tampoco se la niega con el suicidio, ambos
extremos caen en error, desde su concepción losóca; la
única salida viable para Schopenhauer es la negación de la
voluntad de vivir, pudiéndose lograr de dos maneras o por
dos vías distintas: una vía estética (contemplación pura) y
una vía ética (ascetismo). La primera logra una tregua con
la voluntad –mientras se está en la experiencia estética–,
pero no es una negación como tal; la segunda logra una
negación de la voluntad –a través de la práctica ascética y de
levitación–, la cual realmente tiene el carácter de negación –
no como la tregua de la experiencia estética–, sin embargo, a
n de cuentas, tampoco logra triunfar por sobre la voluntad
misma (cf. 2003a). Para más detalles sobre la noción de
voluntad de morir en contraposición a la voluntad de vivir,
véase Baquedano (2007).
11 Respecto de la salida ética, esta no puede ser abordada
aquí por razones de extensión, puesto que requiere de todo
un trabajo propio para ser descrita y expuesta de manera
adecuada.
Beethoven.
Al respecto, bien señala Martín (1989): «A
quien pretenda liberarse del dolor, no le resta
otro camino que la negación de la voluntad. La
vía que ha de recorrer para ello es la única que
tiene a su disposición: el camino del arte como
instancia salvadora» (p.115). La experiencia
estética y el arte que la produce son una tregua
con la voluntad, considerada como cosa en sí,
no una negación plena de la voluntad como tal.
El arte y sus obras, hechas por el genio, hacen,
por medio de la experiencia estética que se lleva
a cabo, un como si se negara la voluntad, pero
realmente no la niegan, solo la suspenden. Se
puede hablar, empero, de negación y liberación
solo en el marco de un estudio que toma la
experiencia estética como un absoluto aislado,
como un fenómeno desconectado del orden
causal, sin considerar lo anterior y posterior a
ella, es decir se puede hablar de una negación
estética y una liberación estética, esto es, de
una negación «relativa a» y de una liberación
«relativa a», al igual como de una libertad
estética, puesto que en la experiencia estética el
sujeto se libera de sus cadenas opresoras, deja
fuera de juego al principio de razón, teniendo
la libertad, en plenitud, de conocer ideas sin
necesidad alguna que ejerza coerción sobre
él. El sujeto tiene la libertad de contemplar la
representación pura, de vivenciar el mundo
como representación en su plano más objetivo.
Esto supone una liberación de su espíritu, dejar
atrás el conocimiento falso del mundo como
representación sometida, al principio de razón y
tener en su foco a la voluntad misma, no como
objetivación en el reino de la necesidad, sino
como cosa en sí, en su pura libertad. En síntesis:
Gracias a la contemplación estética, el
hombre se sustrae a los innumerables
deseos y necesidades y lo consigue con
una satisfacción inmóvil y completa. Dicha
satisfacción no se alcanza de otro modo. […]
Lo que ocurre en la contemplación estética es
que la cadena de necesidades se interrumpe,
porque el individuo, de alguna manera,
queda anulado (Martín, 1989, pp.115-116).
La experiencia estética permite una liberación
y una cierta libertad para conocer lo objetivo,