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Sota, E.
Tierra Nuestra, 16(2), 135-144. DOI. https://doi.org/10.21704/rtn.v16i2.1945
Julio - Diciembre 2022
hablan los interlocutores en el poema?, ¿cómo están
construidos la piel, los músculos, los nervios, los
huesos, los órganos o el mismo cuerpo del lenguaje?
La forma se ocupa de aspectos del poema tales
como el tono, la altura, el ritmo, la dicción, el volumen,
la métrica, la cadencia, el modo, la voz, la distancia
del lector, la textura, la estructura, la cualidad, la
sintaxis, el registro, el punto de vista, la puntuación
y demás elementos anes, mientras que el contenido
comprende, entre otros elementos, el signicado, la
acción, el personaje, la idea, la trama, la visión moral
y el argumento. […]. Estas dos dimensiones, la forma
y el contenido, son claramente distintas (Eagleton,
2010, pp. 81-82).
En este punto, es valiosa la defensa que realiza el
autor de que la buena lectura de la poesía consiste en
el análisis minucioso tanto del contenido como de la
forma. Asimismo, se recusa las lecturas parcializadas,
exclusivamente formalistas o contenidistas, que
muchas escuelas o críticos han desarrollado en este
último medio siglo.
En esta perspectiva, para nuestro estudio, nos ha
parecido pertinente y productivo utilizar algunas
categorías formales que se propone, puesto que nos
interesa precisar cómo se comunican los interlocutores
en el poema. En ese sentido, las categorías que
emplearemos para señalar el modo de expresarse
del poeta de Hora Zero serán el tono, el ritmo, la
altura, la intensidad o la textura.
Uno, el tono es la modulación de la voz que
impregna la expresión. «Por esto el tono puede ser de
superioridad, abrupto, renado, lúgubre, desenfadado,
adulador, cortés, entusiasta, autoritario y demás
matices» (Eagleton, 2010, p. 143). Por lo dicho, es
crucial distinguir el tono de voz en el poema con el
afán de precisar en qué medida el tema desarrollado
se condice con la modulación de la voz. Ergo, si en
un poema el locutor lamenta la muerte de un padre, el
tono debería «escucharse» de una melancolía innita
o de una angustia insondable.
Dos, en cuanto al ritmo, este viene a ser la
inexión de la voz que sube o baja constituyendo
ondulaciones de tonalidades.
Puede consistir meramente en repetición y
tono cantarín, o puede brotar de un nivel psíquico
más profundo, como una pauta de movimiento e
impulso que se aprehende en nuestros primeros
años, con rmes raíces somáticas y psicológicas, y
que está grabado en los pliegues y entramados del yo
(Eagleton, 2010, p. 168).
Tres, la altura se reere a una particular voz
poética que suena alta, grave o intermedia (Eagleton,
2010, p. 144). En esta conguración, la altura
se relaciona íntimamente con el signicado que
hallamos en el enunciado. Por lo mismo, se debería
hallar una armonía entre el volumen de la voz y el
tema propuesto, «en el sentido de cómo de alto o
cómo de bajo suena» (Ibidem).
Cuatro, la intensidad se asocia con la
intencionalidad del discurso de la voz poética,
verbigracia, «hay intensidades apagadas, igual que las
hay vigorosas» (Eagleton, 2010, p. 146). Entonces, en
esta modulación, se reeja la postura subjetiva de la
voz poética en su afán de crear una sonoridad afín al
tema que se desarrolla.
Cinco, la textura se dene como «el modo en que
un poema teje sus diferentes sonidos en estructuras
reconocibles» (Eagleton, 2010, p. 149). Por tanto, en
este caso, se reere al cómo se ordenan las melodías
como si fuesen mallas, donde el son de los fonemas (en
nuestra lengua, veintisiete) alcanzan protagonismo en
la constitución de un determinado tópico desarrollado
en el texto.
5. El plano de la forma del lenguaje
En esta parte de nuestro análisis, buscamos indicar
cómo se escucha el discurso lírico. ¿Qué otros sonidos
envuelven a los fonemas segmentales que constituyen
la estructura básica del lenguaje del texto? Como
sabemos «no es posible oír lenguaje simple y puro.
En su lugar, oímos enunciados que son agudos o
sardónicos, aigidos o despreocupados, empalagosos
o agresivos, iracundos o histriónicos. En suma, estas
características constituyen la forma del poema»
(Eagleton, 2010, p. 10).
Por lo expuesto, deseamos indicar cómo aparecen
el tono, el ritmo, la altura, la intensidad o la textura
del poema. Por ejemplo, en los vv. 5-7, destaca un
tono que mezcla agitación y admiración, donde la
voz enfatiza, primero, sobre un recorrido extenuante
realizado por las calles de la megaurbe; segundo,
señala algunos espacios públicos representativos y
resalta su belleza arquitectónica, propias de la etapa
colonial de nuestro país. En los vv. 21-33, resalta
un tono que mezcla histrionismo, autoritarismo y
preocupación, en el cual la voz poética, al dirigirse
a un grupo de receptores, congura una escena de
tensión y virulencia.
En estos versos aludidos, el histrionismo se
muestra en la retahíla de 14 exclamaciones, en las
cuales la ausencia del signo de exclamación inicial
en cada oración se puede leer como la presencia de
un tono bajo que, posteriormente, en el cierre, se
eleva a su tono más alto con la presencia del signo
de exclamación de cierre. Al mismo tiempo, cada
enunciado del locutor es una orden, en la que el
receptor no tiene posibilidades de dialogar, responder
o preguntar al locutor; por lo tanto, estamos ante la
presencia de un discurso autoritario.
Asimismo, en la secuencia de 16 oraciones,